Escribir para un lector es la muerte del escritor.
Que te lean es la consecuencia de la consumación de la muerte.
Kafka espera volver a la vida para quemar todos sus libros.
Y de paso matar a todo el que haya leído una de sus obras.
Ella no quería lectores.
Ella quería Borges viejos, patosos y misógenos. Brutos, bárbaros, ciegos incluso para reconocerse a través del tacto rectal
Y lo estoy matando como me pidieron que lo hiciera. A mordiscos. No soy un vampiro, conste. Pero tengo que arrancarle el corazón a mordiscos. Bueno, primero las orejas, los ojos, la lengua; sí, primero los ojos y luego la lengua. Más tarde los dedos de los pies; sí, primero los dedos de los pies. Ya después los dedos de las manos.
Le metió la polla sin despertarla. Se corrió dentro.
Te quiero, le dijo
Y la dejó dormir.
Pero sucia.
Y él seguía muriendo, pero creyendo que todo había sido un sueño.
"Tengo aquí dos pasajes que nos llevarán a Alaska. Pero no a cualquier sitio de Alaska. Si pisamos esa bendita tierra acabaremos instalados en Seward. O sea, ballenas, tío, orcas persiguiendo a las jodidas ballenas y a los putos ballenatos. Carnicería garantizada.
Los perros que comen perros se acercan para comprobar si el movimiento de los cuerpos es producto del viento huracanado o la naturalidad del demonio que vive. Todavía. Salen huyendo y ladrando cuando ella los mira desde el infierno ardiente.
Pero la polla argumentó que era algo más que una polla, que necesitaba conversar, entretenerse, disfrutar de las nimiedades de la vida; que el sexo, obviamente, al ser una de las cosas más importantes de la vida, ahora le aturdía, le sobrepasaba.
¡Será cabrona!
Todos los escritores malditos se suicidan y vuelven. Apestan, siempre. No viven del todo. Son fugaces. Peligrosos.