


amores nocturnos
Amor |
25.02.08
Sinopsis
Un beso en la noche.
La ciudad de Sete, tiene el mar como rincón donde solitarios y románticos pasan las horas bajo la luz de la luna, acompañados por sus pensamientos.
Las farolas iluminan con una apariencia de paz, y solo sombras, tal vez de gatos pardos, se atreven a romper las líneas que resaltan cada diez metros.
Una nubes bondadosas hacen mas cálido el ambiente, le dan una acogida tierna que a algunos les recuerda el amor de una madre.
Por esas calles y rincones me enamore de la noche como se enamoran los búhos de las sombras de la luna.
Cenábamos para las ocho de la tarde, y después de la sopa y de la tradicional Omelette francesa solo quedaba pasar el tiempo viendo la tele dejándose adormecer por algún reportaje sin fondo ni interés.
Así sentí en mi corazón la llamada de las calles oscuras y solitarias, que dan al mar, que con su suave vaivén de las olas en mis oídos eran sirenas de Ulises que me llamaban
¿A que?.
Nunca lo supe, ni quise saberlo, habría roto el hechizo.
Los gatos pardos se habrían convertido en masa humana que compra y vende en el mercado y las luces románticas de las calles serían anuncios luminosos del Mc Donald mas cercano.
Las primeras semanas el paseo duraba media hora, mis pies avanzaban como conociendo ya su destino, mi mente no los acompañaba, simplemente se dejaba llevar por la musicalidad de las pisadas.
Al cabo de un tiempo.
No sabría decir si fueron años, el reloj del ayuntamiento cuando daban las doce de la madrugada era la señal para ir a casa.
Una noche, las campanas me advirtieron que ya eran las cuatro de la madrugada.
Tome una calleja desconocida para mi que llegaba antes al portal 53 de la rue Lamartine , donde estaba instalado.
De pronto, sin saber bien como apareció, en la esquina silenciosa y oscura me esperaba la sonrisa de una dama
Vestía elegante, con los brazos descubiertos y en ademan de abrazar con unas manos cálidas que esperaban la caricia reciproca.
Un sombrero, una pamela me parece se llama adornaba su cabeza, ocultando en una sombra sus ojos.
Pase a su lado.
Un gato maúllo radiante del placer de la noche.
Al pasar suavemente acaricie su hombro, fue sin darme cuenta, ella giro su cuello y fue entonces cuando me beso.
Como si una mano de seda llegara a mi alma y la mimase, así sentí aquel beso.
Mi corazón latió con fuerza, y no pude decir palabra.
Di dos pasos hacia delante.
Al volverme había desaparecido, el gato corrió para esconderse debajo de un coche.
En el suelo un sombrero, pamela me parece que le llaman, era el único rastro de la verdad de aquella mujer que en la noche de la ciudad de Sete me beso.
La ciudad de Sete, tiene el mar como rincón donde solitarios y románticos pasan las horas bajo la luz de la luna, acompañados por sus pensamientos.
Las farolas iluminan con una apariencia de paz, y solo sombras, tal vez de gatos pardos, se atreven a romper las líneas que resaltan cada diez metros.
Una nubes bondadosas hacen mas cálido el ambiente, le dan una acogida tierna que a algunos les recuerda el amor de una madre.
Por esas calles y rincones me enamore de la noche como se enamoran los búhos de las sombras de la luna.
Cenábamos para las ocho de la tarde, y después de la sopa y de la tradicional Omelette francesa solo quedaba pasar el tiempo viendo la tele dejándose adormecer por algún reportaje sin fondo ni interés.
Así sentí en mi corazón la llamada de las calles oscuras y solitarias, que dan al mar, que con su suave vaivén de las olas en mis oídos eran sirenas de Ulises que me llamaban
¿A que?.
Nunca lo supe, ni quise saberlo, habría roto el hechizo.
Los gatos pardos se habrían convertido en masa humana que compra y vende en el mercado y las luces románticas de las calles serían anuncios luminosos del Mc Donald mas cercano.
Las primeras semanas el paseo duraba media hora, mis pies avanzaban como conociendo ya su destino, mi mente no los acompañaba, simplemente se dejaba llevar por la musicalidad de las pisadas.
Al cabo de un tiempo.
No sabría decir si fueron años, el reloj del ayuntamiento cuando daban las doce de la madrugada era la señal para ir a casa.
Una noche, las campanas me advirtieron que ya eran las cuatro de la madrugada.
Tome una calleja desconocida para mi que llegaba antes al portal 53 de la rue Lamartine , donde estaba instalado.
De pronto, sin saber bien como apareció, en la esquina silenciosa y oscura me esperaba la sonrisa de una dama
Vestía elegante, con los brazos descubiertos y en ademan de abrazar con unas manos cálidas que esperaban la caricia reciproca.
Un sombrero, una pamela me parece se llama adornaba su cabeza, ocultando en una sombra sus ojos.
Pase a su lado.
Un gato maúllo radiante del placer de la noche.
Al pasar suavemente acaricie su hombro, fue sin darme cuenta, ella giro su cuello y fue entonces cuando me beso.
Como si una mano de seda llegara a mi alma y la mimase, así sentí aquel beso.
Mi corazón latió con fuerza, y no pude decir palabra.
Di dos pasos hacia delante.
Al volverme había desaparecido, el gato corrió para esconderse debajo de un coche.
En el suelo un sombrero, pamela me parece que le llaman, era el único rastro de la verdad de aquella mujer que en la noche de la ciudad de Sete me beso.
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me gusta como escribesBuen escrito, con fuerza y buena estructura gramatical. La dureza forma parte de la vida amigo Jesus y expresarla es valido. saludos cordialesme gusta el principio, la manera en que el protagonista se va abriendo a la noche. Es como recuerdo que va envolviendo con su sonrisa cálida.
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