


Me acuerdo de unas calles estrechas con brujas encerradas en las ventanas.
Alguien me llevaba de la mano y me decía que no me acercara demasiado, y yo me apegaba a esa falda de voz tranquilizadora. Las calles eran grises y oscuras, y a los ojos de hoy, parecen de otra ciudad o de otro tiempo.
Pero recuerdo perfectamente la escena, cuando observaba las ventanas estrechas y las rejas oxidadas que las cubrían.
Hay una especie de neblina y un punto fantasmal en el aire, y aunque todo transcurre en solo unos metros, ha sido imborrable de mi memoria.
Todavía no sé qué o quién se escondía allí, y por alguna razón, nunca he querido preguntarlo.
-Ahí encierran a las brujas que se portan mal –me decía mi madre-. Y yo no quiero asomarme, pero no puedo con mi curiosidad. Miro a través del hueco y veo que algo deambula en el interior. Se mueve de un lado a otro, sin demasiado espacio, y entiendo perfectamente que está encerrado.
Alguien me sube en el aire y ahogo la impresión de vértigo del estómago. Miro hacia arriba y veo a mi padre, que me revuelve el pelo con su manaza grande y no me dice nada, pero por alguna razón invisible me cura el miedo.
Ahora, veinte años después, camino y la escena me golpea de golpe. Frunzo el ceño: estoy de repente en la misma calle, pero en otra vida, o en veinte vidas después.
Entonces analizo con la mente de ahora: barrio del carmen, callejón oscuro y antiguo. Ventanas o respiraderos a la altura del suelo. Me agacho y miro el mismo hueco: periódicos sucios, basura. No hay brujas. Ni magia ni miedo. No tiene sentido seguir mirando. Sigo andando, algo se queda para siempre en esos metros. Escucho algo y me giro. Un gato sale de otro de los huecos. Chasqueo la lengua. Ya no hay brujas en las ventanas.
y comenta
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Interesante tu manera de contar. Me ha dejado un buen sabor de leyenda urbana. Saludos.
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Sandra remueve el salón: espía cojines, arrastra sillas y sillones, otea bajo muebles.
Gara y Jonay vivieron en una isla perdida, y aunque desaparecieron, sus nombres y su leyenda llegaron a nuestros dias.


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Por momentos con manos ansiosas para trazar, o narrar alguna historia. Siempre A la búsqueda del artista, que viene y va; a veces deja algo, hay que atraparle en cuanto asoma la cabeza. Pero, ¿cómo? ¿Y cómo se describe este? Por momentos se dice un gran artista que busca el momento (risas), y después se dice no serlo. Y con todo, aún dice, dice, que es posible recibir magia e inventar sueños. Buahh, estará loco. A veces busca al artista, y mira y palpa sus gestos y sus dedos, y escribe, y anota siempre lo que le viene en gana, siempre y como quiere, ¡nunca como le dicen! Y ahora va y dice: ¡Vive!, ¡siente!, ¡y sé libre!