


Me gusta escuchar el silencio más puro y verdadero: el de los muertos. Aquí todo lo veo claro. Me gusta vivir. Me asusta morir. Añoro a los que viven sin que les veamos. Rezo. Anhelo la esperanza, me cobijo en la fe, que aquí es latente, cuestionada, fuerte, suplicada. No creo en la paz de los cementerios: compruebo que existe, que se puede tocar. Estoy triste. Me gusta estarlo aquí. Rezo. Os echo tanto de menos... Mi abuelo Hilario, con su boina, su genio, su jerarquía. Mi bisabuela Elisa, con su delgadez, su moño, sus derrotas simuladas en los juegos de cartas con nosotros: el premio, dos pesetas. Mi abuela Inés, hoy son once años desde el adiós, con su redondez, sus mofletes rosados, su eterna sonrisa. Mi tío Hilario, en un camposanto vecino, con el increíble parecido con mi padre, la viveza de sus ojos, su ingenio. Mi abuela Eloira, la que me rasgó en su marcha hace ya casi un año, con su permanente rizada, su miedo desmesurado, su amor insuperable.
Y son más, muchos más. Bisabuelos, tatarabuelos, tíos no conocidos... ¿cómo erais? Sois mi familia. Mi gran familia, del ayer al mañana, aunque sólo os vea quietos, en postales en blanco y negro que no pudieron fijar en el tiempo si estabais tristes o alegres en el momento de la foto. ¿Qué pensabais? No sabíais qué sería pasadas las décadas. Yo soy testigo de ese tiempo y os lo cuento, pues formamos parte de una gran familia. ¿Tendré hijos y nietos, y bisnietos y tataranietos que piensen qué pensaba un Miguel Ángel Malavia nacido en 1982 y muerto en...? Y son más, muchos más. Vecinos, familiares, abueletes de nombre desconocido y rostro más que inolvidable. Son el color, el movimiento del Landete que yo he vivido desde que, al calor de la lumbre, comía la mejor tortilla de patatas antes de salir a la fría noche. Era mi infancia. Mi inocencia. Esas personas van desapareciendo. Landete es menos sin ellas. Al menos mi Landete. El que vean los futuros miembros de la familia será su Landete. Tal vez ya no esté. Espero que alguien me recuerde. Y son más, muchos más. Agapito y Jose, aunque no estén aquí.
Estoy triste en el camposanto de Landete. Me gusta así. Siento, estoy vivo. Quiero disfrutar de este silencio que me hace estremecerme de recuerdo, respeto y amor en medio del frío. Leo nombres, fechas y dedicatorias. Siento la fe. De personas, de un pueblo. De mi familia. Un cementerio es el mayor signo de esperanza por vivir tras morir. Si no, ¿para qué? Sin cementerios, seríamos salvajes, experimentos cual Leviatán hobbesiano.
Lloro y rezo en el camposanto de Landete. Estoy vivo. Quiero a mi familia. Quiero a mi pueblo. Quiero a este mundo tan podrido. No me quiero morir. Me aterra morir. Pero espero que, llegado el día, pueda ser la losa fría de un camposanto el inicio de mi vida para siempre. Como la mujer de Lot. Como Judas. Ojalá. Ojalá.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
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Amigo Miguel: Gracias por leerme. Algo asî decîa Mark Twain: "El cielo, por cuestiôn del clima, el infierno, por los amigos". Nos vemos allâ abajo. Mientras, te seguiré leyendo. Te recomiendo "Pedro Pâramo" de Rulfo. Hasta la prôxima.Que buen escrito!Tu narrativa siempre es un aliciente. Tus relatos son de esos que leo con avidez sólo por llevar tu firma. Tu relato es bastante sincero, muy vivido, y en realidad, coincido bastante con lo que expresas. El último párrafo es muy emotivo "quiero a este mundo tan podrido". :)Tiene un contenido bastante discutible como ideología pero narrado de forma exquisita, Muy bueno compañero. Un saludoLo leí y ohh¡¡¡ se me había olvidado comentártelo. Nadie quiere, Miguel Angel, morir es lo último que queremos, lo último que hacemos, o que nos hacen. Has escrito un bello texto, y aunque no comparto contigo algunas ideas eso no quiere decir que no me guste. Gracias, y gracias por tus palabras. Besos
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Todo día es bueno para homenajear al más grande de todos los poetas: el loco Don Quijote, custodio de la fraterna utopía.
Con los héroes de Charlie Hebdo. Aunque no compartiera muchos de sus postulados ni la forma de expresarlos, ¡siempre con la libertad de expresión!
Como cada año, mi homenaje a las ánimas de rostro global...
Evidentemente, no manejo eso de juntar versos. Pero, desde el cariño, vaya desde aquí mi homenaje por Don Alfredo.
Hay quien no le gusta que aquí el deporte sea un tema de inspiración... Pero yo insisto, pues además va en clave de humor. O eso pretendo.
Unos días después, pero aquí llega mi particular homenaje a Gabriel García Márquez. Una parte de este relato es muy real, ¿eh?
Mi homenaje al maestro Paco de Lucía, que hoy nos ha dejado muy huérfanos.
Aquí, tratando de pegar un bocado a la dura corteza que cubre este mundo nuestro para vislumbrar qué hay realmente dentro... Advierto: es una impresión muy personal.


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Conquense y madrileño, licenciado en Historia y Periodismo, ejerzo este último. Libertario y comunitarista, voto al @Partido_Decente. Mi pasión es escribir.