


A veces la libertad tiene nombre propio y mi código de desbloqueo siempre fue la inicial de este mismo.
Cuando estaba cerca de él me transmitía lo más parecido a la libertad,a estar destinada a no sentirme presa del pánico en ningún momento. Eran de las pocas veces que podía actuar tal y como realmente era. Quizás lo único que me sacaba de quicio eran las posibles opiniones de la gente.
No era solo una conexión física, era la vía de escape para poder sentir que mi vida no seguía una constante rutina inaguantable por mi parte. Es cierto que no estaba segura si lo que me hacía sentir era bueno o malo, pero lo que si sabía con certeza es que me hacía sentir viva y eso no debería de ser tan malo como algunos decían.
A diferencia de muchas otras veces cuando estaba en su compañía me reía con ganas, hasta el punto de llegar a llorar, no tenía porque fingir la risa cuando me contaba un chiste malo, pero con él tampoco tenía que fingir los orgasmos, no tenía que fingir si algo no me gustaba y tampoco tenía miedo a no hacerlo. No me sentía juzgada, por la ropa que pudiese vestir, por las cosas que pudiera hablar ni por lo que hicera o dejara de hacer.
Era el hombre que me había regalado los orgasmos quizás más reales de toda mi vida y por tanto no me importaba si se los regalaba a otra más. Era el único que podía hacer que después de follar no me fumase un cigarrillo o un canuto, porque días después seguía aturdida y con las bragas mojadas.
Era algo así como el talón de Aquiles. Yo era fuerte hasta que su presencia me desmonoraba en el momento en el que me dejaba meter mano por él, o cuando le dejaba colarse en mi mente y no hacía falta hablar para que me entendiese.
Entiendo que después de esto no es parezca lógico que de quién os hable sea de mi mejor amigo.
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Buen relato tabú, más allá de si es una confesión o algo ficticio me gustó.