


Moran huéspedes en la casa del saber, duendes de cara sonriente y mente lúcida. Con acertijos filosóficos descubren los misterios de la vida. Ellos preguntan y se responden.
Se encaraman a los árboles más altos del lugar y acompañan a las aves en su descanso. Junto a ellas, contemplan la llanura y los atardeceres más hermosos. A la caída de la tarde, sus diminutos cuerpos descienden por los troncos, impregnándose de la fragancia de sus cortezas.
Con buen tiempo, se sientan frente al fuego con los animales amigos de la noche. Discuten, evocan las desventuras de la Humanidad, hablan de sus miserias. Del porqué de su avaricia infinita. Del porqué en el nombre de un Dios, inventado para sosegar el yo y soportar el miedo que produce el desconocimiento, se matan entre ellos. Del porqué de todos los porqués.
Esa noche los acertijos no hallaron respuesta. Callaron, y pensando se durmieron bajo una mullida cúpula de estrellas.
y comenta
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Cuando los acertijos se resuelven dejan de serlo. ¿Nos conviene saber las respuestas? Al menos esa cúpula de estrellas nunca dejará de ser cierta.GRACIAS a todos.A mi me da paz el texto. Saludos LolaMuy bello, me ha gustado mucho la atmósferaA mí, en cambio, me ha dejado la buena sensación que produce la literatura buena. Felicidades por escribir tan bienMuy bien escrito. Deja en el cuerpo una sensación intranquila, como dice alicia ru, y eso solo con palabras, muy bien hecho. Los duendes tienen razón: ¿por qué somos como somos? Saludos.me ha gustado pero me ha dejado intranquila, no se si es esa la palabra