


Todo vuelve...
Se quitó el traje de fantasma: aquella vieja sábana torpemente recortada con tijeras y que, a la misma altura, tenía dos pequeños agujeros por los que si se miraba, un halo extraño, como ilusorio, de repente parecía envolver a cada objeto plasmable en el mundo irreal de los seres espectrales.
Dentro de sí, más adentro de ahí donde el ser huele a entrañas e incluso de ahí donde nacen a menudo los pocos sentimientos que es capaz el hombre, por sí mismo, de remover, permanecía intacta semejante idea a la que en sus tiempos le impelió a asustar a las personas... Vibraba allende el mismo son, como vibra una cuerda muy tensa que está apunto de romperse, cuando, casi cayéndose al suelo, logró quitar un brazo de la manga del disfraz. Y entonces se acordó, como un rayo le vino a la cabeza el pacto que en su día se comprometió a cumplir sin objeciones: dejar de ser un hombre
Todo transmutó; el orden fue distinto. Muerto, ansió la vida, recordó de vez en cuando el roce de una mano acariciando su rostro, pero nada más. Solo lo intangible tuvo entonces sentido... Anheló la nada en vez del todo... Deseó el olvido, el abrazo fraternal entre dos aguas de tierras distintas. Harto de las cosas, del tiempo y de la falsa harmonía, desistió a su instinto natural, ¿cómo renunciar al más grande de los sueños soñados?
Más adelante, con el paso de los años, se dio cuenta de que todo retornaba, de que, aquello que rehuyó en el pasado ahora lo deseaba con más fuerza que nunca, que no es verdad que el amor sea más fuerte que la muerte, y que tampoco lo es lo contrario... Se percató del equilibrio en el que la belleza se exhibe cuando uno decide ser: hombre o fantasma. La realidad termina siempre desplomándose, cayendo en su esencia cuando menos lo espera uno; no importa que la mística no arroje la salvia de su alma sobre las formas de este mundo de apariencias. Las líneas del misterio nos corrigen, nos sitúan nuevamente en el camino, precisamente porque pensamos en base a esas líneas y no en otras, y no podemos, por tanto, saber que hay más allá de ellas... Solo algunos lo intuyen, y es por ello que no pueden ser felices.
Al fin, desataviado, se sentó en una simple silla de madera arrojada en esa habitación sin un propósito concreto: tal vez servir de féretro al primero que descansase, o inclinar la memoria, a quien ahí reposara, al abismo donde yace el silencio eterno. Lo único que se conoce es que olvidó, olvidó hasta no poder olvidar más. Enmudeció para siempre y de sus ojos brotaron dos mares que cubrieron la tierra yerma que más allá se extendía
y comenta
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Me ha gustadoMe gusta cómo escribes. Y la historia, como otras que te he leído, no deja indiferente: trasnporta un alma, un fondo de sentimientos que brota a través de las palabras. Eso, par mí, es lo más importante. Enhorabuena.No hay verdades inmutables, tan solo verdades intangibles. Tu protagonista eligio la contemplación y acaso en ese olvido un resquicio de tangibilidad le provocara el llanto.
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Quiero que te conviertas en mí, que puedas deslizar tus manos sobre el vacío y que su tacto, parecido al de las alas de una colosal mariposa, te recuerde al sabor de mi aliento