


Tenía hambre y sed, busqué un lugar, compré algo y llegué a una plaza. Cumplí con el protocolo, me quedé aislado en una esquina y allí, sin nadie cerca, me quite la mascarilla. Empecé a comer, despacio, sin prisa; pero de un modo insoportable, lo que en realidad hacía era lo que más había abandonado. Coger aire, sentir el viento en mi rostro, volver a dibujar mi cara tapada durante meses por una capa de tela carente de emociones y de surcos.
La gente, a pesar de la distancia volvía a ver mi rostro. Dejaba de ser un espectro con ojos, una alma vagabunda, errática. Ahora, mientras masticaba, regresaba a mi estado humano. Hubiera pagado millones porque lloviese y las gotas de lluvia mojasen mi rostro mientras los truenos iluminaban el horizonte metropolitano.
Bebía mientras masticaba y en aquella distancia presentía que aquello que era yo, era aquello en lo que me había convertido y algo que había venido para quedarse. Los extraños no tan solo me parecían desconocidos, sino también hostiles. Había caído en la trampa de la supervivencia en el hoyo sin fondo. A veces lo que parece vivir, no es lo mismo. Había mudado mi piel como cualquier otro animal. Me volví a poner la máscara, a sentirme de nuevo yo, aunque distinto, y seguí mi camino. No podía evitar la melancolía, pero al menos estaba siendo sincero conmigo mismo. Supongo que el escritor irlandés tenía razón cuando dijo: “Dadle a un hombre una máscara y os dirá la verdad.”
y comenta
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Hola, Ana, Francesc y Serendipty, muchas gracias por vuestros comentarios. Un saludo.Antes ver a una persona enmascarada causaba cierta inquietud. Ahora la causa ver a alguien sin ella. Pero eso no significa que nos guste ir medio camuflados pues la cara sigue siendo el espejo del alma y algo tan simple como una sonrisa nos puede alegrar el día. Saludos, Refugio.Un interesante relato sobre la máscara. Lo importante es ser sincero con uno mismo, y como estamos condenados a convivir con los demás, es necesario seguir las normas sociales para que essto sea posible.Saludos Refugio...interesante relato, evoco a Oscar Wilde:" Una máscara nos dice más que una cara".