


Las palabras parecían retorcerse al salir a trompicones de su boca, sus dientes apiñados no facilitaban la dicción, y todo ello daba un marcó a aquel collage de desproposito, pues sonidos cada vez más ininteligibles brotaban de sus fauces de piraña. Cada diez o quince segundos trataba de sorber la baba que se derramaba por su comisura izquierda y su desagradable gesticulacion y su atropellado caminar daban un plus a ese conjunto esperpentico que formaba su ser. El día del accidente el salpicadero del coche parecia estar tapizado de terciopelo rojo.... Pues parte de la pleura y encéfalo lo cubrían, un derrame cerebral con fundamento. En su mano sostenía a duras penas su teléfono inteligente curiosamente intacto y todavía inteligente y en ese universo de coltan y plástico la imagen inmediata anterior a su perpetuo futuro de sorbedor de esputo, que reflejaba un selfie de su nuevo peinado en su nuevo descapotable.
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