


De lo que me da.
Era un hombre tan impaciente, tan impaciente, que se suicidó. /--/ Los elogios siempre llegan tarde, y es curioso cómo un funeral nos hace más sinceros, saca lo mejor de nosotros o, ingenuo de mí, sólo acrecienta la hipocresía natural. Esas palabras que dedicamos al muerto eran las que necesitó para seguir adelante, para sentir que merecía la pena. Las buenas palabras sólo sirven en vida, y al igual que el muerto acaban malgastadas.
y comenta
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El hombre necesitaba que lo valorasen aunque ya solo pudiera oirlo desde otra dimensión.Que simple y que sencilla reflexion. De diezValga la reflexión que nos dejas en tu relato Nubis.


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Músico, escritor y guionista de cómics. Y, por fin, con primera novela: http://bit.ly/UnDiaPerfectoparaElis