


Meublé con encanto, discreto, por horas.
Ocupaba una esquina de una pequeña manzana de casas. Por fuera no era más que un edificio blanco, ya bastante oscurecido por la polución del tráfico circundante.
Tenía un montón de ventanas cuadradas, con porticones de madera, también blancos, que siempre estaban cerrados.
En la azotea se veía por la noche una luz verde flourescente. De día, un montón de sábanas blancas tendidas al sol. De ahí su nombre: la Casita Blanca.
Su acceso, de lo más original: dos puertas de garaje separadas por toda la fachada lateral con un semáforo en la de la entrada.
Al pasar por delante en coche, antes de voltear la esquina, si girabas la cabeza se podían ver dentro unos departamentos cerrados por cortinas.
La puerta sin semáforo era la de salida.
Curioso edificio.
Si te fijabas bien, podías observar que alguno de los coches giraba antes de llegar a la esquina y se introducía en la puerta. Entonces el semáforo verde cambiaba a rojo. Inmediatamente se descorría una cortina detrás del coche y éste desparecía de la vista curiosa de los transeúntes.
Porque en ese edificio todo era de la mayor discreción.
Al salir del coche un mayordomo se acercaba y se lo llevaba a uno de los aparcamientos y quedaba cubierto por una cortina. Otro te acompañaba al interior y tras acordar una habitación y el tiempo a ocuparla, te guiaba hasta ella.
Todas tenían una luz en la puerta y amablemente te indicaban que no salieras hasta que ellos pasaran a buscarte. No podías cruzarte con nadie. A la hora convenida te avisaban por teléfono y te recogían en la habitación.
Las paredes estaban revestidas de tela roja y los detalles metálicos dorados contrastaban con los bustos blancos y los espejos enmarcados. las lámparas iluminaban a media luz. Un ascensor de puertas de hierro repujado, una discreta sala espejada en la entrada para utilizar si alguien estaba saliendo cuando tú entrabas...
Habitaciones decoradas estilo años treinta, luces rojas dentro de jarros de alabastro, camas redondas o king size, bolas de discoteca o espejos en el techo, baños con luces especiales o enormes bañeras.
Toda la ciudad conocía este discreto lugar de encuentro para parejas. Estaba ahí desde 1945. Y nunca molestó a ningún dirigente. Ahora ya no existe. Hace unos años el Ayuntamiento decidió que un meublé no daba buena imagen y fue derruido y la zona remodelada, con lo que ya ni puedes saber dónde estaba.
¡Qué hipocresía!
Ahora las parejas conciertan por internet una habitación por horas en cualquier hotel de la ciudad...parece que ésto sí está bien visto.
y comenta
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Jovato, éste fue el primero del país y sobrevivió hasta el siglo XXI ! Me gusta tu comentario! Saludos!en Buenos Aires aun hay muchos sitios así... son llamados hoteles alojamiento y en nuestro argot (lunfardo) "telos"... eso si, ya se perdió la ceremonia de no cruzarse con otra pareja...Eres muy amable, Yazmin! Me alegro de que te gustara! Un abrazo!Hola Carlos! Si, estoy de acuerdo contigo. Un abrazo!Disfruté cada detalle de éste lugar, te felicito escribes maravillosa. mente. Un abrazo serenitipity2018 :-*Hola Serendipity. Buena descripción. Me parece que el sexo siempre ha sido juzgado con hipocresía...en especial los meublés- Un abrazo


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Sólo busco un lugar donde dejar mis pensamientos. Porque nada es eterno, pero las palabras siempre nos permitirán sentir que una vez fuimos. Gracias por cruzaros en mi camino. Ad infinitum.