


Amor, pero...¿por qué solo hombre y mujer?
Sus grandes ojos verdes me miraban con dulzura mientras su pálida mano me cojía la mía. El pelo moreno le brillaba por el efecto del suavizante, y olía a fresas, dulce y delicado. Estábamos tumbados en su cama, abrazados, mirándonos, sintiéndonos. Cerré los ojos, acaricié su brazo, su torso desnudo, sus piernas, sus muslos envueltos en unos boxers, era invulnerable. Se me olvidó lo mal que lo había pasado al decir que era homosexual, lo triste que era que no me aceptaran por amar de manera diferente. En ese momento sólo podía pensar en él, en sus besos, en lo que me había hecho sentir en estos preciosos seis meses. Toqué mis brazos y sentí la profundidad de mis cicatrices, mi historia. Ahora mi historia era ese chico moreno, pálido, de labios rosados y con tatuajes, ese era mi presente y ojalá mi futuro. Estaba entre sus brazos, sintiendo la calidez de su piel. Todo eso que siempre deseé, lo tenía. Me relajé y me dormí profundamente, amarrándole fuerte para asegurarme de que no se fuera. Me dormí entre sus brazos.
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Ole!
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Una esperanza, lo último que siempre queda, a veces se rompe y...no te queda nada
La anorexia no siempre es comprendida, este relato te adentra en la mente de una persona con esta enfermedad.