


Te veo en los rincones,
te escucho en las paredes
de una casa tan pequeña
que ahora resulta enorme
y me pregunto
si entendías el mundo
o solo caminabas por él
esperando cosas buenas,
sin saber que a la gente buena
le ocurren cosas malas.
Desespero y conozco
el vacío
de escuchar tus pasos y saber
que no cruzas la esquina,
que mi mente solo juega conmigo
a sobrevivir
un día más a la pena
y me doy cuenta
de que el amor tiene precio;
todos mis huesos se estremecen
al comprobar que no estás
detrás de mí
y me consumo,
como el dinero,
en las manos de un tiempo
que no llega.
Amar sale caro.
Mi mente comprende
que la realidad es una
y es caprichosa,
y lo acepta
y se convence
y quizá se calma
o enloquece
ante la paradoja
de estar sentada aquí,
esperando
a una ilusión
incrédula.
No creo que pueda llenar más mares
y los océanos me tengan en cuenta,
provoco envidia con el llanto
y hasta la lluvia tiembla;
me niego,
me niego
y niego que la Tierra sigue girando
y en la calle los coches no se detienen
y la gente apresura el paso
sin saber qué ocurre a un par de miradas
más.
El futuro me lo agradece,
el dolor vale la pena
y otorga experiencia
a aquel que lo supere
y es fuente de inspiración
para próximas piezas
inconexas
y carentes de sentido;
la muerte siempre inspira
pero nunca logro entender
porque inspira tan pronto.
Así que me encuentro expectante
a que atravieses la puerta
y me mires
y me consueles,
y prometo que volveremos a vernos
algún día,
alguna vez,
si la suerte lo permite.
Hasta entonces debo
conformarme,
con los ojos hinchados
y perdidos en el horizonte,
con verte en cada cielo
junto a la estrella más brillante;
siendo la flor más hermosa
que el universo
haya sembrado
jamás.
y comenta
-
Realmente bueno. Me he levantado de la cama para leerlo con calma.