


Gara y Jonay vivieron en una isla perdida, y aunque desaparecieron, sus nombres y su leyenda llegaron a nuestros dias.
Jonay miraba el horizonte lejano. Su silueta se recortaba con la caída del sol y las olas que rompían contra las rocas. Permanecía en pie, en ese paraíso real y de playas solitarias, observando, hasta que de pronto cogió la lanza y la arrojó con fuerzas al mar, sin previo aviso y cortando la superficie quieta. Se lanzó a las profundidades con los brazos extendidos, como un misil que penetraba rápidamente el azul del agua. Instantes después salía a la superficie con un pescado en sus manos, y sonriente, trepaba entre las rocas.
En la penumbra del bosque, Gara le observaba curiosa, sobrecogida por ese salvaje de piel morena que atraía sus ojos y sus pasiones secretas.
-¡Gara! - chilló Jonay sobre la roca- ¡Ven, ya tenemos qué comer!
Gara salió corriendo entre los árboles, ocultando su excitación y expectante. Jonay la observó desde lo alto. Ella corría con el cabello al viento, con mechones negros y largos que bailaban al ritmo de su carrera en un hechizo que embrujaba a quien observaba embobado sobre las rocas. La fuerza de Gara brillaba en sus ojos oscuros y conseguía detener en el tiempo a todas las criaturas de la selva conmovidas por su belleza.
Jonay le tendió los brazos y ella alcanzó también lo alto de las piedras volcánicas que servían como una atalaya.
Con el cielo anaranjado por el descenso de la gran estrella, inclinaron la cabeza y dieron gracias al mar por el alimento que les había otorgado. Se acomodaron sin dejar de observar el océano y dieron buena cuenta de la comida entregada por los dioses.
Mientras Gara saciaba su estómago, su corazón le daba golpecitos rápidos por la cercanía de Jonay, y aunque no decía nada, algunas palabras se agolpaban en ella y querian salir del fondo de su pecho.
Jonay la observaba de reojo y pensaba que no podía pedir más. Tenía a Gara a su lado y un cosquilleo recorría su estómago por su proximidad; se mantenía en silencio, pero alguna parte de él hablaba aunque sus palabras no dijesen nada. Tiró algunas espinas y siguió con esas buenas sensaciones, disfrutando del paisaje, del calor del sol y de la compañía de ella a su lado, con mechones de pelo que le rozaban suavemente mientras su vista descansaba en la inmensidad.
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Sandra remueve el salón: espía cojines, arrastra sillas y sillones, otea bajo muebles.
Gara y Jonay vivieron en una isla perdida, y aunque desaparecieron, sus nombres y su leyenda llegaron a nuestros dias.


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Por momentos con manos ansiosas para trazar, o narrar alguna historia. Siempre A la búsqueda del artista, que viene y va; a veces deja algo, hay que atraparle en cuanto asoma la cabeza. Pero, ¿cómo? ¿Y cómo se describe este? Por momentos se dice un gran artista que busca el momento (risas), y después se dice no serlo. Y con todo, aún dice, dice, que es posible recibir magia e inventar sueños. Buahh, estará loco. A veces busca al artista, y mira y palpa sus gestos y sus dedos, y escribe, y anota siempre lo que le viene en gana, siempre y como quiere, ¡nunca como le dicen! Y ahora va y dice: ¡Vive!, ¡siente!, ¡y sé libre!
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