


Desde el caballete convertido en atalaya, un inmaculado lienzo quiere cobrar vida con tu imagen.
Me ha pedido que con mis manos te dibuje sobre su tejido estéril, inyectando tu materia, manifestando la fascinante apariencia de tu semblante, cautivador y a la vez perturbador.
He escuchado su ruego al verte fugazmente reflejada en mis ojos, porque le han bastado solo unos segundos para comprender que no existirá sin tí. Te pertenece.
Su ansia le carcome y el tiempo casi le deshila cuando comienzo a emborrachar las yemas de los dedos con el color de tu piel, fundiendo el arcoiris de los diminutos charcos cromáticos repartidos en el ala de mi paleta.
Uso ambas manos para plasmar el oval contorno de tu silueta facial, salpicada de imperceptibles poros que desprenden una dulzura consentida y misteriosa.
La luz del sol me presta su haz para diluir el resplandor y el calor que dará el justo tacto de tu carne, limpia y virgen.
Después convierto mis palmas en las de un hábil alfarero que moldea con agilidad la danza que invoca tu llegada, acariciando tus cejas, paso de arcos a un paraíso por explorar.
Poco a poco vas apareciendo, traspasando los límites de mi recuerdo, estremeciendo el tirante paño albino. Su palidez se enturbia con el deseo de terminar mi creación, mientras continúo cegado en mi propósito.
Las fresas y las frambuesas son perfectas para enrojecer tus labios acarminados. Fresca y jugosa fruta que limita el pecado de unas voluptuosas simetrias tan apetitosas. Una boca otorgada por la diosa del amor para ser portadora del bien más deseado: el beso.
Dos mundos azules robo del firmamento, dos mundos paralelos que coloco a ambos lados de esa simpática y diminuta nariz, que aflora sinuosamente entre las dóciles sombras que conciben tus pómulos. Son dos circunferencias que giran alrededor de la inmensidad de tu mirada, mecida por la melodía de las profundas aguas marítimas que la componen y en las cuales los hombres sumergen el sueño de poseerte.
Doy protagonismo a tus cabellos, que se deslizan desde la cima mas alta de tu esfinge, creando bucles a modo de una hoguera invertida, chispeante, quemando el oxígeno que la envuelve, con la efervescencia de perfumes exóticos que encandilan el sentido del olfato.
Con el pincel defino un retoque: la calidez que rezuma tu sangre al recorrer cada molécula que mi memoria retiene de ti, soberbia, perenne e inmortal feminidad.
Ahora ya, tu corazón bombea y mantiene unidos en armonía los trazos de tu rostro, inquietantemente angelical.
El lienzo no cabe de orgullo en esta pequeña habitación, y muy a pesar mio, sintiendo los celos roer mi sinrazón, los dejo a solas, en silencio.
Amargo azúcar en mi boca.
y comenta
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No sé decirle Ilustre, realmente se experimentan esos pensamientos al plasmar en un lienzo a la persona amada? Quisiera pensar que es posible, pero no me atrevo a decir que es probable.Excelente texto donde sabes transportar muy bien al lector, felicidades.Tú si que me encantas! Besos laaaaaargosTienes un don para expresar las imágenes, para pintar las palabras! Me encanta! Besos!
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Quedo a la espera de que mi querida Seren publique su parte en este relato.


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No penseis que mis dedos valen más que cualquiera de los vuestros. Grito a los vientos que si por vos pierdo la razón mis dedos dejarán de ser eso, dedos. Porque aunque haya nacido con dedos en la mano derecha y en la izquierda, entre todos no sumarán más.