No sé porque me negué a ir a la cama cuando ella me lo pidió; preferí dormir en el sofá, aun a sabiendas de que no pegaría ojo en toda la noche, ya que solo un muro nos separaba a los dos.

No sé porque me negué a ir a la cama cuando ella me lo pidió; preferí dormir en el sofá, aun a sabiendas de que no pegaría ojo en toda la noche, ya que solo un muro nos separaba a los dos.

Tras varios vente y otras tantas negativas me quede por fin en el sofá de dos plazas, mientras seguíamos conversando a través de aquel muro de piedra.

No soportaba la incomodidad del sofá y como era verano tire la sabana en el suelo del salón y me tendí allí, mientras el silencio de hacia dueño de la casa.

Al cabo de un rato la luz se encendió y ella apareció vestida con aquel camisón casi trasparente tras el cual se podía adivinar toda la belleza de la que ella era poseedora.

No podía dormir y sabía que estarías tendido en el suelo, dijo mientras apagaba la luz y se tendía mi lado; fue entonces cuando no se si por costumbre o por la visión de su cuerpo bajo aquel camisón transparente  empecé a acariciar su espalda.

La noche hacia que nuestros pensamientos fuesen claros como si el día se apoderara de ellos nuestros cuerpos se reclamaban como había ocurrido ciento de veces, pese a que ahora era diferente ya que hacía tiempo que no compartíamos una vida en común.

La ropa tirada por el suelo, los besos reclamando el tiempo perdido, una corta carrera hacia la habitación, mientras todo sucedía sobre aquella cama situada en una habitación que ya no era cómplice de nuestros secretos.