Con los héroes de Charlie Hebdo. Aunque no compartiera muchos de sus postulados ni la forma de expresarlos, ¡siempre con la libertad de expresión!

En un combate entre lápices y balas siempre ganarán los primeros. Las balas podrán asesinar a los que portan el lápiz, pero este no caerá sin más inerte sobre la sangre derramada: la memoria de los justos lo hará eterno entre la aplastante mayoría decente de este mundo loco. Y, además, otro elevará el lápiz y volverá a sembrar con dibujos y palabras el mensaje, que jamás se podrá borrar. He aquí el gran triunfo: el que mata por una idea abaja esa idea, haciéndola ver tan débil y rastrera que no puede relucir por sí misma. En cambio, el que muere por una idea la eleva al cielo cual oblea sagrada: tan poderosa, ya mito.

Gloria eterna a Charlie Hebdo. No me gusta el estilo de cierta sátira facilona que ofende a los demás en los más íntimo de su ser. Seré crítico con lo concreto que me parezca grotesco e indigno (bendito debate, oh democracia), pero siempre defenderé, hasta el final, la libertad de expresión para comunicar lo que se quiera con un lápiz o una pluma. Es la esencia de nuestra cultura. Nuestra democracia occidental no son nuestros gobiernos tantas veces indecentes ni los intereses comerciales que matan en nombre de esa libertad. Nuestra democracia occidental es la ciudadanía, tú y yo. Tendremos errores y taras, pero somos gente normal. Como la mayoría de gente normal en los países de otras civilizaciones. No estigmaticemos a nadie por su cultura, su religión o sus ideas. Venceremos siendo auténticas democracias. Venceremos con la Justicia y la sensatez. Venceremos siendo radicales: fieles a nuestras raíces.  

Ni un paso atrás.