La relación entre los sentimientos que provoca una niña y un ocaso cambian la percepción de una nueva etapa de la vida.

      Se hundía en el agua fría del Atlántico, aunque por la algarabía  de tonos rojos, azules y blancos parecía que aquella fuera la cocina del Universo más que el ocaso de otro día más.

La Tierra estaba al servicio de sus intereses, se había sorprendido a si mismo mirando con deseo a la hija de sus amigos, una niña de 18 años. Él era aquel sol que se sumergía y del que no sabía cuántas veces emergería de nuevo.

La imagen de la jovencita se superponía a la de aquel ocaso que más que anunciar un final  despertaba el deseo de un nuevo amanecer.

Ese era su pesar. Tantas noches, tantos lapsus de vida perdidos, entre el ocaso y el amanecer le había separado irremediablemente de chiquillas como aquella que no veían en él la sabiduría o el temple, sino las canas y las arrugas que informaban de que les triplicaba la edad.Y por si veían otra cosa allí estaba la mirada de la madre y ...sus valores.