


Texto / denuncia, sobre la visión de los pueblos ocupados.
Ayer vi el amanecer más hermoso salir tras las nevadas montañas del Kurdistan. Cada color, cada tonalidad, embargaron la escasa emoción que me queda. Fueron los treinta minutos más embriagadores que he pasado en los cuatro meses que llevo en este país. Nunca pensé que fuera tan bello, hasta el desierto, con la combinación de ocres de la arena cambiando al movimiento de la luz diurna, es de una belleza casi imposible de describir. Pero ayer también fue el peor día de mi vida.
Sus ojos nos dicen a cada rato que no nos quieren. No he visto ningunos alegres desde que llegué. Es, tristemente, la pura realidad. Ese primer contacto, esa intuida cercanía que pueden aportar los ojos de una persona, no existe en este lugar. Ni en los niños, que te esquivan presurosos hasta esconderse detrás de sus madres o sus hermanos mayores, tienen un rayo de esperanza en su mirada que te pueda hacer sentir que estas haciendo lo correcto. Sin ninguna emoción más que su miedo hacia nosotros. Los solitarios columpios parecen llorar cuando los niños corren a refugiarse de nuestros registros, oxidados y quejumbrosos por su falta de uso.
¿Pero qué es lo correcto? Me imagino a alguien entrando en mi propia casa y poniendo a mis hijos de rodillas durante horas, mientras terminamos nuestra misión del día, y se me revuelve el estómago al ver caer su mirada rendida al suelo frío.
Ayer, alguien a mucha distancia decidió que yo muriera: que mi hora había llegado, y apretó el gatillo de su arma convencido de que otro demonio dejaría de existir. Las balas no saben de vientos o tormentas de polvo, ni de sus ráfagas arremolinadas que se exhiben de pronto desviando esa sentencia que llevaba mi nombre. Esa, que después de atravesar mi hombro fue en busca de Yusuf. No puedo imaginar lo que estaría pensando, con los ojitos clavados en el suelo.
Hoy el sol no ha salido en esta hermosa tierra. Triste y nublado, ha acompañado el desconsuelo de otra familia. Tan triste y nublado como los ojos de Bagdad.
y comenta
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Muchas gracias Isabel y Gustavo. Sí, Isabel, es triste pero una realidad con MAYÚSCULAS. Yo le diría a esos que dicen que sólo se defienden, como decía Groucho Marx: "soy muy bueno para recordar caras, pero con usted haré una excepción" . Gracias, de nuevo, por vuestros amables comentarios. Un enorme abrazo.
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Relato humorístico del recorrido rutinario de cualquier ser humano.


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Amante escritor de poesía y relatos cortos, con una novela terminada y varias en ciernes. grancanario, isleño, y si me apuran, aborigen de mi tierra.