


Testimonial, un poco de cualquier cosa que piense o sienta.
FEBRERO
Me entretengo en ser la plausible imitación de un diccionario etimológico dotado de orejas, verbigracia: copas, del latín “pocula”, ¿de allí cópula? ¿”Irse de copas” sería entonces -originalmente- un eufemismo para copular? (probablemente las orejas sean de burro, y termine sentado de cara a la pared esperando el timbre de salida o acaso un ángel o un poema)
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Descubrí un espejo donde puedo depositar mi rostro sin temor a verme seccionándome la garganta. Está ubicado a la altura de mi frente (una sólida circunstancia matemática lo mantiene alejado de la panorámica visual aterradora) y lo utilizo para practicar el sereno arte del afeitado a ciegas.
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Escribir es la más profunda transgresión de lo posible. Cada palabra es un símbolo que manipulamos desde nuestra percepción particular del objeto que la palabra representa. Nunca hacemos uso del objeto real en sí, solo de aquello que nos inspira, provoca, o recuerda: los objetos palpables, verídicos, son inútiles figuras sin vida para el poema, solo en sus siluetas, que son y no son, que están y no están, puede encontrarse el múltiple devenir de las imágenes.
y comenta
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Gracias Vicente. Tus observaciones son siempre certeras. Abrazos.Muy bueno, y lo de la inutilidad de las cosas. Según la Loinaz lo verdaderamente bello es inútil. Pero los espejos también son inútiles. Para qué un espejo si yo sé quién soy? Como los pasaportes, o los carnet de identidad.... Abrazos.
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Mucho tiempo sin pasar por aquí. Escribo poco en prosa. Mis enemigos (y algunos de mis amigos) opinan que eso es bueno para el castellano y para la narrativa: no entiendo muy bien a qué se refieren. De todas formas ahí les dejo un relato en el que salta a la vista lo fácil que es encontrar la solución de un problema que parecía insoluble, siempre y cuando se preste la debida atención.
Mi amor de novela (quién no ha tenido uno así) en pocas o muchas palabras, aunque en realidad no cabe en ninguna.
El presente relato, y los que seguirán hasta que se mencione otra cosa, está incluido en el volumen titulado "Mitómano y Otros Roedores" Un pequeño homenaje al maestro del humor absurdo.
Historias de Duque y Martín: final con una aclaratoria.
Es un estigma mi insomnio; cuando me ataca suelo hacer y decir cosas más bien extrañas. Están las placenteras y divertidas, las que son un tanto más oscuras, y las impronunciables. Hoy, por suerte, solo me distraje en remedar un poquito a mi querido Don Francisco (De Quevedo, se entiende) y escribir para ello un soneto algo burlón. Eso sí, nada de medidas, diptongos, sinalefas, etc., que paciencia para eso ni Dios la tiene.


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Un oldman alto, hosco, y feo; hastiado de cigarros, bares, y noches sin término (hembras que llegan y se van, botellas de Whisky, la vieja escuela, el último dinosaurio, y así de pendejadas una detrás de la otra) Me aburre el sexo sin caras ni compromisos (ya tuve suficiente de esas pajas modernistas) Hoy día no me gustan los bares: parecen agujeros para heridos de guerra. Me gustan las personas y los perros (“Esa misteriosa devoción de los perros”, decía Borges) Amo a mi hija y a mi nieta: mis únicas dos rosas, mis últimas palabras. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
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