


- No lo entiendo, Noya - achica los azules ojos la doctora Lidia, mi nueva psicoterapeuta.
Tuve que cambiar. El anterior era un crápula que quiso traspasar los límites de la decencia conmigo, intentó aprovecharse de mi maltrecha vida sentimental. Fue inadmisible continuar las sesiones.
La doctora se ajusta las gafas de pasta con un dedo sobre el puente, y se cruza de brazos, pensativa. Me mira fijamente desde su sillón giratorio, tras la mesa.
- Tal cómo se lo digo, doctora - me reitero - Complazco a mi pareja en todos los aspectos y no consigo que me sea fiel. Mi madre me decía que a los hombres hay que ganarselos en la cama...
- Vamos a ver... ¿cuántos años lleváis de relación?
- Casi cinco.
- ¿Y desde cuándo sabes que te es infiel?
- Desde que lo conocí - consigo sorprenderla y levanta las cejas, abriendo los ojos inconscientemente - Pero creía que podía hacerle cambiar. Le quiero, y sé que el también me quiere, eso es lo que importa ¿no?
- Cambiar a alguien a conveniencia es bastante difícil de conseguir... - conjetura con voz cálida.
- Por eso estoy aquí, doctora Lidia, para que me ayude - concluyo intentando empatizar.
Me observa detenidamente unos segundos, sin apartar sus ojos de los míos.
- Está bien, te ayudaré - decide - Pero tienes que responder con total sinceridad a mis preguntas para saber como llegar a darle el enfoque correcto.
- Por supuesto - me alegro.
- Tu pareja... ¿tiene una amante o es de ir con prostitutas?
- Ricardo siempre ha estado con la misma mujer - le indico enfurruñada y lo anota en su libreta.
- Entonces he de suponer que ya lo aceptaste con mochila ¿cierto?
Asiento con un par de gemidos.
- Increíble... - espeta con admiración - Tienes que estar muy enamorada de ese hombre.
- Fue un flechazo en toda regla, Lidia - me justifico.
- Pero si así lo aceptaste entonces, ¿porqué ahora no?
- Ya sabes cómo podemos ser de caprichosas algunas mujeres - admito tildando la frase de ironía y esbozando una sonrisa.
- Claro, Claro. Aunque a veces la avaricia rompe el saco - vuelve a escribir en la libreta - ¿Con qué frecuencia se ven?
- Todos los días, incluso los fines de semana...
- ¡Joder! - se le escapa murmurando - Debe ser un semental en la cama, vaya aguante.
- ¡Qué va! - contesto riendo - Si no folla con ella, sólo yo consigo hacerle disfrutar en la cama.
- Ahora lo entiendo menos - dice desorientada - ¿Qué tiene entonces esa mujer que no tengas tú para que prefiera pasar más tiempo con ella? Eres hermosa, inteligente, cariñosa, complaciente...
Se encoge de hombros esperando que le desvele el enigma. Dos lágrimas afloran en mi cara antes de poder responder a la pregunta.
- Una alianza en su dedo.
Es mío. Mío. Todo para Noya.
y comenta
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Un gusto complaceros en vuestras horas lectivas, Pedro y Ana. SaludosUn relato que retrata la realidad de ciertas parejas y que al final, tiene un sorpresiva revelación. Yo pensaba, que solo las esposas visitaban los psicólogos.... Reveladora historia. Saludos gamusino.Pues si llega a ser un auto... Me gustó el relato, amigo.Estimado Francesc, agradecido por tu comentario y tu tiempo. Un saludoHay quien dice que comer una langosta está muy bien, pero tomar siempre lo mismo ya es otra cosa, porque en la variación está el gusto. Muchas parejas asan su relación en base a la Institución, en el formulismo del matrimonio, más que en el amor. Muy buen relato.Un placer que me leas y sobre todo que comentes. Esto es paranoia en estado puro jeje. Un besazo querida SerenYo había escuchado que a los hombres se les gana por el estómago, aunque no pongo en duda la afirmación de Noya. Un buen retrato de una situación planteada al revés de lo convencional, aunque ese sentido de la propiedad... Siempre es una sorpresa leerte, querido Musi. Besos.
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Quedo a la espera de que mi querida Seren publique su parte en este relato.


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No penseis que mis dedos valen más que cualquiera de los vuestros. Grito a los vientos que si por vos pierdo la razón mis dedos dejarán de ser eso, dedos. Porque aunque haya nacido con dedos en la mano derecha y en la izquierda, entre todos no sumarán más.