


Suena su ex canción favorita en el celular, avisándole que es el momento de levantarse. Toma el aparato y antes de entrar a ese coro pegajoso que la hizo posicionarse en tal podio la detiene. El paseo de todos los días en la mañana por redes sociales comienza en whatsapp leyendo 158 mensajes de los cuales 135 pertenecen a un grupo de amigos que comentan la noticia polémica de turno. Luego desliza instagram 6 minutos hasta actualizarse de las publicaciones y 4 minutos de linkedin en búsqueda de alguna nueva atractiva oferta laboral.
Luego de ducharse y prepararse el desayuno se siente en la mesa a tomarse el café mientras lee las noticias en twitter y se ríe de alguna página de memes. Su viaje al trabajo es imposible concebirla sin spotify en donde mezcla listas de reproducción realizadas por él, con otras que encuentra en la red para dejarse sorprender con algún descubrimiento nuevo y atractivo. Si bien son 15 minutos en auto al trabajo revisa el celular repetidas veces con cierta impaciencia en busca de una nueva actualización o mensaje. La imagen no cambia durante su trabajo, en donde puede agarrar el celular con la tranquilidad que no le da ir manejando en su auto.
Vuelve a la casa y sus necesidades no pueden ser de otra manera, que incluso, luego de consumada la acción, puede permanecer mucho tiempo extasiado con videos hasta que se le duermen las piernas y se da cuenta que debe salir del baño. Justo al salir, el celular notifica con un timbre y sonido vibrante que le queda menos de 5% de batería. Como si este aparato fuera la energía vital de quien lo controla, se dirige rápidamente a su mochila por el cargador que lleva rigurosamente todos los días al trabajo. Luego de buscar en todos los bolsillos e incluso sacar todas las cosas de la mochila ante la desaparición del elixir que le da vida a su amada, se da cuenta que se lo olvido en su puesto de trabajo. La cuarentena ya había comenzado en la ciudad y nadie en la casa tenía un cargador que le hiciera al de él, por lo que intranquilo y ante tan desesperanzadora situación, se dirige a la mesa donde ya estaba servida la cena y por primera vez, observa como su señora y sus 3 hijos están sentados observando cada uno su celular y sin emitir ninguna palabra.
Angustiado se dirige a la pieza y saca un bolsito cuadrado que estaba sobre un escritorio, baja, se sienta en la mesa y le dice a su señora -cariño me puedes dar la contraseña de tu notebook porfavor-. No iba a poder meterse a whatsapp y rerise de los memes que comparten sus amigos, pero si a las otras redes sociales y lo primero que iba a hacer, sin duda, es comprar 3 cargadores más, pues esta desagradable situación no podía volver a ocurrir.
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Otro relato que describe una conducta cada vez más frecuente, independientemente del género, en algunos seres humanos. Prisioneros, alienados, obnubilados ...frente a las redes sociales. Existen estudios que revelan que el mal uso, puede desencadenar adicción, pérdida de sueño y problemas vinculados a la ansiedad y depresión...Gracias Jercko por "recordarnos" un tema que puede, en un futuro, tornarse en un alerta de salud mental para la sociedad mundial. Saludos afectuosos.una triste realidad que se repite en muchos hogares actualmente