


Lo importante sucede en los márgenes. (trabajo de elipsis)
Alicia despertó en la cama. Algo la había sobresaltado en mitad de la noche. Notaba los párpados aún entumecidos y las sábanas le pesaban como yunques.
Un manto de sudor le recorría la cara, los brazos y la espalda.
Al principio no le dio importancia al hecho, pero le molestaba la luz. ¿A quién no cuando despierta? Pero no había ninguna luz encendida.
Pero también despertó con una agridulce sensación nostálgica. Sabía de donde venía una curiosa sensación de felicidad cuando aún estaba trascendiendo el sueño. Pero era esa misma sensación la que la intranquilizaba.
Entre el sueño y el despertar, un olor dulzón le invadía. Había soñado en aquellos tiempos años y años atrás, cuando cumplió diez años (el día más feliz de mi vida, por aquel entonces, se recordó a si misma) y sus hermanas pequeñas correteaban por los campos de la casa en la que se había criado y que ella misma había heredado antes de perder la movilidad de las piernas. Su padre preparaba carne en una barbacoa que había construido el mismo. El olor de la carne y la madera talada de los aledaños de la casa, sus hermanas riendo, su madre llevando comida del interior hacia el patio trasero, carneros al otro lado del cercado, en casa del señor y la señora Yale... Pero de golpe el sueño se rompía. Y esa era la palabra. Se rompía. De golpe un grito seco salido al unisono de todas las voces a su alrededor. Y el sueño terminó.
Era curioso. Aquel olor de su infancia. Aquel que habitaba al final de la lengua. Al menos aquello parecía haberse quedado al irse el sueñó.
Ya era mayor. Una pesadilla sería solo eso. Una pesadilla. Se secaría el sudor y volvería a intentar dormir. Tan solo necesitaba despejarse.
Inchó el pecho y miró por la ventana: estoy despierta, era un sueño.
El cielo estaba nublado pero una intensa luz la cegaba. No era el hecho de no haber descansado. Estaba cegada.
La pintura de la pared se iba desconchando. El sudor se le enmarañaba en el pelo, tras las orejas, entre los dedos y corriendo apresuradamente por la nariz, esquivando las hundidas mejillas y llegando al mentón. Hacía más calor. Y entendió que el chillido que le arrebato su sueño fue un gran chasquido de los cristales partiéndose con el calor.
El olor no se había quedado tras el sueño; fue aquel olor el que trajo el sueño.
Respiró hondo y deseó que también esto fuera tan solo una pesadilla más.
y comenta
-
Este relato no tiene comentarios
-
Llevo mucho tiempo apolillado en algo que antes era vital para mí, así que voy a intentar ir retomando una de aquellas cosas que tanto me gustaban. El relato es la continuación de una serie de escritos que hay perdidos por ahí, no más de 3 o 4. No creo que sean realmente necesarios para entender nada, pero le dan un jugo de que viene de atrás bastante interesante, a mi parecer.
Todos hemos sentido alguna vez esa incomodidad de pasar por un pasillo oscuro aun saber que no había nada ahí. Bueno, pues intento llevar eso un poco más lejos. Hace mucho, demasiado, que no escribo; y más aún que no publico aquí. Me encantaría recibir feedback de este texto para saber si convertirlo en un capítulo de algo más grande o dejarlo en lo que es hoy.
tengo tanto amor por dar, tanta felicidad por compartir. / he aquí mi voz, fuerte para este canto