


El ambiente, cerrado hasta la asfixia, olía a miedo y excitación. Los tres tahúres de la virtud estaban sentados alrededor de una mesa circular. El cura, mesándose los escasos cabellos que aún poseía, no paraba de dar vueltas, lamentándose de la mala cabeza de su protegido. En medio de la mesa, el sobre que contenía el premio a repartir para los dos triunfadores-supervivientes. Cuando se inició el aquelarre maldito con el turno de Manuel, éste pensó en su mujer y su hija. Y en el “hijoputa” de su jefe, que le acababa de echar sin piedad tras trece años de sumisión y “sí, señor, lo que usted mande”. Después de un suspiro eterno, se llevó la pistola a la sien derecha. Dejó la mente en blanco, rezó la oración del ateo... y vivió.
“Siguiente turno”, exclamó en un susurro acongojado un pálido Manuel. Sara, satisfecha, cogió la pistola y se la llevó decidida a la boca. Se sentía fuerte, poderosa, sabiendo que estaba a punto de culminar “la muerte que merece todo buen artista”. El fontanero, al que un sudor frío recorría su frente empapada, miraba con gesto alucinado a la que ansiaba la muerte. “Es joven, guapa, lista... ¿qué le habrá pasado a esta chica para tener ese mirada de deseo y decisión con una pistola apuntándole a la garganta?”, pensaba. El conde miraba satisfecho e inquieto una escena que superaba con mucho sus expectativas de espectáculo.
Cuando el humo y el fuego que se presuponían, se quedaron en un simple “clic”, la pintora, que quería plasmar con un brochazo de sangre su escena final, comenzó a llorar. Un prolongado silencio rindió respeto a su desesperación y aumentó la sensación de tragedia que Gonzalo de Paula concedió a la memoria de los presentes al coger el arma con un gesto insuperablemente solemne. El desprecio de su mueca adusta respondía con una negativa a los ruegos del cura, que le suplicaba que se dejara de juegos: “Vámonos de aquí, Don Gonzalo, que esas cosas las carga el diablo”.
El conde, cuya totalitaria riqueza siempre le había aburrido, estaba también cansado de sus propias y vacías aventuras: la excitación de la cocaína ya no era sino una carga necesaria; su carrera como actor, a base de comprar papeles, sólo le había reportado las burlas de sus iguales; sus viajes a Cuba, desde que murió de sida su jinetera favorita, ya no eran un paraíso de rosas fingidas. Gonzalo de Paula necesitaba más: el triunfo o la muerte. Sentir cómo la propia vida pendía de un hilo homicida.
Miró la pistola con fijeza e, inesperadamente para él mismo, sintió casi delectación ante el instrumento de su posible final. “Es una buena muerte”, se dijo con un placer íntimo. De pronto, un gesto impulsivo rompió la armonía de la ceremonia más negra. Don Esteban cayó de rodillas y pareció rezar en silencio, apretando los puños. El noble le miró con gesto oscuro y sonrió: “Padre, rece por mí, pero en alto, para que sus oraciones me acompañen hasta allá arriba”.
El cura, con la esperanza en la mirada, comenzó la plegaria: “Padre nuestro, que estás en el cie...”. El “lo” se lo llevó para siempre el balazo de hiel y miseria que un noble aburrido le metió en plena garganta a un anciano arrodillado que llamaba a Dios.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
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Olé! Los buenos relatos. Breve y palpitante. Te felicito.es un placer el leerte de nuevo, bienvenido, se te echaba de menos, un besoMadre mia, que final. Encantada de tenerte otra vez por aqui, Miguel Ángel, ya se echaban de menos tus relatos. Muy bueno este, un beso y bienvenido seasBuena entrada, Miguel Angel. Bienvenido de nuevo a la web, y que sean muchos como este.¡Joder....! Que buen relato. Un abrazo.Joder que humor más negro, señorito conde.No esta nada mal, me ha encantado la historia.
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Todo día es bueno para homenajear al más grande de todos los poetas: el loco Don Quijote, custodio de la fraterna utopía.
Con los héroes de Charlie Hebdo. Aunque no compartiera muchos de sus postulados ni la forma de expresarlos, ¡siempre con la libertad de expresión!
Como cada año, mi homenaje a las ánimas de rostro global...
Evidentemente, no manejo eso de juntar versos. Pero, desde el cariño, vaya desde aquí mi homenaje por Don Alfredo.
Hay quien no le gusta que aquí el deporte sea un tema de inspiración... Pero yo insisto, pues además va en clave de humor. O eso pretendo.
Unos días después, pero aquí llega mi particular homenaje a Gabriel García Márquez. Una parte de este relato es muy real, ¿eh?
Mi homenaje al maestro Paco de Lucía, que hoy nos ha dejado muy huérfanos.
Aquí, tratando de pegar un bocado a la dura corteza que cubre este mundo nuestro para vislumbrar qué hay realmente dentro... Advierto: es una impresión muy personal.


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Conquense y madrileño, licenciado en Historia y Periodismo, ejerzo este último. Libertario y comunitarista, voto al @Partido_Decente. Mi pasión es escribir.