


Ya es hora, voy caminando por el pasillo de la muerte yendo a ver a la cruel dama que le pondrá un final a mi vida, las luces son tenues y las celdas oscuras, todos me ven derrotado y sin esperanza. Al final me espera un sacerdote que me dice que confiese todos mis pecados y acepte a mi Dios en mi corazón, le digo que se pudra, no acepte a Dios en mi corazón en toda mi vida menos lo voy a hacer en los últimos 5 minutos que me quedan respirando.
Llego y me atan a la silla, me ponen correas y colocan la esponja en mi cabeza, el alcaide me da la opción de decir mis últimas palabras al público que observa mi ejecución. Lo que diré a continuación es algo para recordar:
- A todos los que se encuentran aquí les quiero decir que no me arrepiento de nada, lo único que hice fue algo que muchos de ustedes temen, me acepte a mí mismo y acepte los deseos mundanos que se ocultan en cada una de nuestras almas, todos en algún momento queremos matar a alguien, decapitar, envenenar, disparar o cualquier otra cosa, una prueba de eso es lo que está a punto de pasar, ustedes no están aquí porque les quite a un familiar cercano sino porque quieren ver como muero y mis órganos explotan, pueden decir que es mentira pero yo sé la verdad, la sé desde que me acepte a mí mismo.
El alcaide baja la palanca y en un parpadeo todo termina.
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