


Existen mundos, donde casi todo puede volverse real, casi...
Un hada nació de repente en medio del bosque, casi al tiempo mismo en que un árbol florecía y otro se secaba, y no pasó mucho tiempo para que comenzase a volar y después de eso a sonreír.
Hacerla estirar los labios con alegría fue fácil, nada más voltear a cualquier sitio y miraba flores de varios colores, entonces sonreía, veía aves en nidos mullidos silbar y de nuevo y más cierto, sonreía.
Siendo severos se podría decir que no sabía o no podía hacer nada más, era inútilmente sonriente. Pero siendo amables y condescendientes la verdad es que no hacía falta que hiciera algo, ni comer o dormir, volaba todo el día sin agotarse.
Siempre fue inmensamente feliz ahí y no lo supo hasta que fue terriblemente triste un día.
Todo su dolor y su rodar de lágrimas en la mejilla comenzó cuando se dio cuenta de la ausencia, de pronto ya no habían flores y desaparecieron también las aves y sus cantos, los colores y los aromas húmedos del bosque, después el resto.
No quedó un árbol, rama u hoja seca que probara que alguna vez, pocos instantes antes, existió una tierra verde, enramada y espesa. El hada, que no había parado de llorar, después de mucho, muchísimo dolor y mucho tiempo, se quedó quieta y muda...
El artista contempló su obra desfigurada, se miró las manos que manchadas de pintura blanca aún temblaban y pudo controlarlas al fin. Quiso meterlas de nuevo en la lata de pintura y arremeter contra lo último que había quedado del lienzo, con sus dedos chorreantes cubrir al hada como hizo con los árboles, las flores y lo demás que enterró con tinta, pero no se atrevió, no es que se hubiese arrepentido o le guardase un cariño especial al cuadro, simplemente su coraje y frustración se habían esfumado.
Siempre que las cosas no salían, cuando no obtenía los colores adecuados por más que mezclara y las formas trazadas en la imaginación se le negaban con el pincel, estallaba y destruía la obra, ahora se sentía mucho mejor.
Limpió sus dedos sin mucho esmero y salió de la habitación silbando una canción, pensando en su siguiente proyecto.
El hada no volvió a sonreír nunca, jamás, así como tampoco se dio cuenta de quién (ni por qué) destruyó su mundo un día de coraje y tiempo después, en otro día de rabia la desapareció a ella con blanca pintura, sin que tampoco lo advirtiera.
Fin
y comenta
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Sin ser real, he sentido empatía. Una historia triste.Gracias, por tomarse el tiempo de leerme y más aún por dedicarme tan ambles criticas, un saludo.Un giro sorprendente e inesperado, muy buenoMe has sorprendido, me encantó el final.
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