Ni mares de espumas ni alientos elíseos

acarician pieles que duerman el orgasmo. 

Todo el deseo se esconde 

bajo sábanas ajadas 

por el peso de cuerpos que sólo duermen

y respiran y dan vueltas,

sus límites en los despojos del pasado 

en la oscuridad del cuarto. 

El cuarto que vivió, pero también murió 

por los amaneceres baldíos 

pintados de escasez de sentimiento,

como estrella efímera

en el suelo de Hollywood Boulevard

con sólo una huella para recordar 

que ahí

alguien fue feliz 

reposando sus manos 

en el cuerpo desnudo de otro,

correspondiendo su placer

pero que ya no gime,

ni araña, 

ni convulsiona.

Sólo se ve la fluorescencia 

que envuelve sus tempestades 

sobre aguas tan salobres 

como las que cubren las estrellas,

halo tenue 

del sol de medianoche en que se envuelve.

©Serendipity

Octubre 2021