


Me senté en la silla de plástico blanca y respiré profundamente una par de veces. A veces fuera de casa parece desopilante el insomnio y otras veces placentero. Pero luego de 30 años de tenerlo a mi lado, el equilibrio que nos unía se quebró. Su empeño por quedarse en su ostracismo de los años ’60, donde a veces su memoria lo remontaba a su militancia panfletera troska, no rendía frutos.
Crucé las piernas y el plástico de la silla crujió. Incapaz de controlar el sentimiento de culpabilidad, me pregunté si alguien más creería que él tuviese la capacidad de seguir con sus labores diarias de representarme, ya que sus contactos, amigos y compañeros a veces se encontraban en el obituario del diario.
Ahora, la brisa fresca me hacía tiritar. Pensé que él ya había hecho su trabajo y que tenía que volver a ser sólo mi padre y dejarme compilar y repasar los documentos con otros colegas. Siempre me acompañó con su pluma incondicional y atrevida que ni la izquierda quiso leer.
Sin embargo, ya era hora de un final. A veces el amor es un estremecimiento extravagante de odio y delicia, que de repente en un cerrar de ojos aparecen con arrugas y canas.
Del otro lado de la puerta, a veces, escuchaba una sonrisita ventrílocuo parlante. El frío, que a esa altura me envolvía el cuerpo entero, hizo que el bostezo tensara mis músculos y pesara más que de costumbre. El chirrido de la silla confirmo la quebradura del plástico y de culo pasé al suelo.
-La puta! a veces no recuerdo que aún sabe cómo cambiar la cerradura.
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Actualmente un dandy sin vermú, que en el despertar de su adolescencia y luego de oír las incisivas opiniones de George C...! mientras se ojeaba la 13/20, nippur, el eternauta, el diario o madhouse lo tentó el 4 poder. En la juventud luego de hacer mucho head bange! la melena se fue, la panza apareció y la militancia llegó, militar por el asado, la cerveza, la lectura e Internet. El viejo se harto y lo mando a laburar! y aunque los años pasan nunca perdió el espirito púber punkero.