


Todo día es bueno para homenajear al más grande de todos los poetas: el loco Don Quijote, custodio de la fraterna utopía.
Viviste en una España decadente, donde, como hoy, triunfaban los pícaros. Mas tú te rebelaste, oh Don Quijote, y decidiste que valía la pena calzar lanza, escudo y armadura para hacer estallar el reino de la fraternidad y la justicia entre los semejantes. Grandioso testimonio de la paradoja que ensalza: mientras hacías el bien, los beneficiados se reían de tu divina locura. Incluso tu gran estímulo carnal, la musa Dulcinea, no era sino la pobre labriega Aldonza. ¿Alucinación? ¡Quiá! ¡Lo real es que tú luchabas por ella y que, por ganarte su favor, en campaña de utopías benéficas te embarcaste hasta el final!
Pero nada de eso hubiera sido posible sin el bueno de Sancho, el más fiel escudero. ¡Oh Sancho, corto de luces y emperador de la razón, aunque sea menguada! Tú mismo caíste en el embrujo y la misión imposible se adhirió a tu alma… Si la Ínsula de Barataria te la hubieran encomendado al principio de la historia, ¡anda que te hubieras tragado tan vil sapo! Pero no, a esas alturas ya te habías quijotizado. Para maravilla de los hijos de Dios, tú alzaste la espada del maestro y, poco a poco, aun sin quererlo, te hiciste caballero. Así, cuando él agonizaba, cuerdo al fin, tú le pretendías empujar del lecho mortuorio y clamabas: “¡Vayámonos a seguir recorriendo las Españas, mil aventuras nos aguardan!”. ¡Divina locura, una vez más!
Porque grande fue el milagro. Don Quijote fue derrotado al fin por el amor de su familia: el bachiller Sansón Carrasco, ora el Caballero de los espejos ora el Caballero de la Blanca Luna, logró finalmente el cometido de vencer al mito y traer de vuelta al Hombre. Don Alonso Quijano hubo de regresar a casa. Pero, como los grandes héroes, solo concebía una alternativa: derrota y lucidez, sí, pero muerte inexorable, también. ¡Viva el Romanticismo que, por supuesto, no nacería en el siglo XIX!
Y en estas, testigo fiel de los hechos, un nuevo amanecer se da: Sancho, loco al fin, absolutamente Quijote, ha dejado de ser un simple mortal y ya se siente desfacedor de entuertos. ¡Viva la utopía! ¡Viva la fraternidad! ¡Viva la auténtica poesía! ¡Viva siempre Don Quijote!
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
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Todo día es bueno para homenajear al más grande de todos los poetas: el loco Don Quijote, custodio de la fraterna utopía.
Con los héroes de Charlie Hebdo. Aunque no compartiera muchos de sus postulados ni la forma de expresarlos, ¡siempre con la libertad de expresión!
Como cada año, mi homenaje a las ánimas de rostro global...
Evidentemente, no manejo eso de juntar versos. Pero, desde el cariño, vaya desde aquí mi homenaje por Don Alfredo.
Hay quien no le gusta que aquí el deporte sea un tema de inspiración... Pero yo insisto, pues además va en clave de humor. O eso pretendo.
Unos días después, pero aquí llega mi particular homenaje a Gabriel García Márquez. Una parte de este relato es muy real, ¿eh?
Mi homenaje al maestro Paco de Lucía, que hoy nos ha dejado muy huérfanos.
Aquí, tratando de pegar un bocado a la dura corteza que cubre este mundo nuestro para vislumbrar qué hay realmente dentro... Advierto: es una impresión muy personal.


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Conquense y madrileño, licenciado en Historia y Periodismo, ejerzo este último. Libertario y comunitarista, voto al @Partido_Decente. Mi pasión es escribir.