Verdades a medias. Verdades troleras, abruptas. Precipicios sin colchones. Cargas a cuestas, resbalones. Cogidas de last time con un único dedo. “¡Socorro!” grito.

Buscando en lugares equivocados. Percepción equivocada, visión errónea. La misma piedra que ya no es piedra sino muro, inalterable al desaliento, aunque no al tuyo. Golpeas, golpeas y nada, erguido sigue y tú, ahora, ensangrentada, de nuevo. No te cansas, no respiras. No digieres, ni quieres. Sangre y más sangre; dolor, más dolor. Impotencia, impotencia mayor.

“Veo tu apuesta y la doblo”. Los sentidos se nublan, otra vez en el punto de partida de un bucle eterno y cansino, de un loop sin puerta de emergencia, sin extintor. No quiero, no más pero aquí sigo. Otra vez igual. Querer, no poder. No querer, poder. Ecuaciones cambiantes, variables extrañas. ¿Confías? No. ¿Crees? Lo mismo ¿Por qué sigues? Porque no lo puedo parar o, tal vez, no lo quiero. Verdades a medias. Verdades troleras, abruptas. Precipicios sin colchones. Cargas a cuestas, resbalones. Cogidas de last time con un único dedo. “¡Socorro!” grito.

Dolor dentro del dolor. No quiero aguantarlo ni frenarlo más. No puedo. Reboso y lo único que hago es ahogarme tratando de evitarlo; voy derecha al foso. Enfanganada, con arañazos en la cara, con marcas en las muñecas de intentonas suicidas metafóricas que llevan a bajar a los infiernos, a mezclarlos y salir ardiendo, una vez más. “Una única vez más” suspiro. “Dejadme salir, dejadme existir; dejadme vivir o morir pero dejadme ya, por lo que más queráis, es lo único que os pido”.