


En el camarote de una poetisa se avecina la inspiración.
Lleno de azuladas ondas de agua está el mar, infinito, eterno, cubriendo de perdición y distancia todo lo que le rodea. No hay más que ver cómo se las gasta: borra y reescribe todo lo que puede, noche tras noche, día tras día. Pero no solo lo hace para olvidar, también para reescribir el presente, para cambiar el pasado. El mar tiene memoria, pero al mismo tiempo olvida -quizá porque nada le importa lo más mínimo, quizá porque le parecemos insignificantes, quizá porque lo seamos-.
La mar se ríe a carcajadas mientras fluye, constantemente, lleno de fuerza.
Sobre el agua un ferry, con destino fijado. En medio de la noche la embarcación prosigue su viaje. Dentro, una pasajera abre su maleta gris. Despeja la mesa, coloca bien su material de escritura y se sienta. Tiene a su lado un espejo, se mira: su rostro cansado de todo el viaje, ojeras de sueño y pena. No obstante aún permanece un brillo en sus ojos rasgados. Sonríe. Está inspirada.
Así, una poetisa en alta mar, cargada de fuerza, deconstruye en un haiku su espíritu:
"Humo marino,
evita ser frenético
no te evapores."
El barco se bambolea al ritmo de su escritura, comienzan a pesar los párpados de nuestra poetisa. Cae dormida aplastando con su mejilla la hoja, arrugándola. Aunque no le importa, plasmó lo que quería y ella también se merece soñar.
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En un tren, un autobús, en medio de un parque. Aquel que no admite lo que ha ocurrido acaba explotando a través de la peor de las iras. Aquí va este microrrelato.
Alguien estudia en una biblioteca, eres tú. Alguien viene, no es nadie. No tiene nombre, sexo, edad o forma. Nadie aquí lo tiene. Son dos seres sin rostro, no son nadie. Sois tú y tu pasado.
Hoy toca un relato sobre un turista peculiar. Un tipo exigente con problemas para dormir.
Aventuras, barcos, hogares vacíos. Animales en la proa del barco anhelantes de música.
En una tarde a principios de otoño entró una mosca, refugiándose del frío, ultimando sus últimas horas en la Tierra. Soñando con ser humana. Aquí os va, no le prestéis mucha atención.
Recibió una noticia mientras trabajaba, una noticia directa y clara: Miguel no despertó ese día. Murió mientras dormía. Un ataque al corazón mientras estaba en observación. Siempre había tenido problemas cardíacos, sabía que este momento llegaría. Pero Miguel no tenía ni diez años. No sabía cómo encajar esto. Lucía decidió salir del trabajo antes de tiempo.