Sinopsis

Creación desde los juegos de la niñez a las anécdotas escuchadas en México.

Al atardecer. Un puñado de niños se reunía alrededor del columpio. Piedra papel y tijeras hasta dirimir quien comenzaba. Tras el chirriante vaivén de cadenas y madera, quien lograra lanzase a mayor distancia, sería el ganador. El niño de gruesos lentes observaba. Un firme deseo lo invadía. No precisamente ganar el juego . La niña de trenzas se sentó y acomodó su pollera a cuadros. Ayudada por sus largas palancas comenzó un suave atrás adelante. Luego frenético. Cuando estaba lista, soltó sus manos de la cadena. En la altura, dio un vigoroso golpe de cadera que la catapultó. Pareció flotar durante un instante. Para ella interminable, para los demás, mágico. Cayó parada tres o más metros mas allá. Donde el césped comenzaba a esconder las piedritas bajo sus guias. Inalcanzable. Uno a uno fueron cumpliendo la rutina. Sin esperanzas de trasponer tamaña marca. Luis se quitó los anteojos y los guardó en el bolsillo de la chaqueta. Se sentó en la áspera tabla y lentamente fue retrocediendo hasta quedar en puntas de pie. Recién entonces, se lanzó con las rodillas extendidas para descomponer la inercia. Cuando su pendular fue vigoroso, se incorporó y siguió buscando. Más. Más. Más Velocidad. Atura. Vértigo. Sabor metálico a miedo. Sintió que su espalda era una perfecta paralela al piso. Su camisa pegada a la piel. En ese techo insostenible, trémulo, su pequeño cuerpo se arrojó al vacío. Los niños observaron al relámpago sin red rumbo al manto oscuro. Un ohhh inconcluso redondeada sus bocas. Extendió los brazos. Abiertos sus ojos atentos. Un corcel pisoteaba su pecho. El grito nació desde las mismas tripas. Lastimando. Hasta cortar amarras. ¡Abrázame mamá! Silencio frío raspó su cara. Pareció arroparlo en su vuelo una paloma. La gravedad. Verdugo impío. Lo arrojó a tierra sin concesiones. En el piso, la sangre de sus rodillas fue símbolo. Sangra el que vuela para abrazar lo que anhela. Sangra el que ama y desespera. Llegaron palmadas y voces. Nada supo espantar la soledad. Quedó hincado ensayando un porqué, mientas mordia saladas gotas. El rey filtró un último haz entre la bruma e Iluminó su rostro. - " Recuérdala, Mamá estará junto al sol para alumbrar tu camino".- Le había dicho abuela Carmen - Corrió, a pesar del dolor, corrió. Alcanzó a sus compañeros. Regesaron al barrio cantando. La luna llena era una bandeja de plata sobre los pinos. A veces, sólo a veces, todo tendría sentido, si la muerte no existiera.