


Hace treinta y cinco años, un poco más quizá, siendo todavía un niño, también subí por esta montaña.
Entonces mi padre, Enrique, propuso alcanzar el Miravet, castillo montano que aun en ruinas conservaba la magia de algunas torres y almenas que desde la planicie se antojaban inalcanzablemente majestuosas. Probablemente fuimos por el mismo camino que ahora recorro, no lo recuerdo bien, por la senda que discurre junto a la fuente del Perelló, y se dirige a algunos campos que aun se cultivan más arriba.
Mientras subo, en solitario, superados los tramos iniciales alfombrados de polvo rojo del rodeno, y llegando a la parte más alta de gris caliza, recuerdo perfectamente como, al llegar al puntal de uno de los riscos, con el castillo a nuestra altura y a nuestra vista, pero separado de nosotros por una zona escarpada que se unía a una vertiente vertical sobre la que se erigía el castillo, me dijo: -“Miguel, verdaderamente este castillo es inexpugnable”. Nos dimos media vuelta y nunca más volvimos a intentarlo.
Y aquí vuelvo a estar, ahora que se cumplen veinticinco años de su muerte. En su día mi padre fue incinerado, y sus cenizas fueron echadas al mar de Torrelasal, y en sus aguas se disolvió. Desde el lugar en el que nos detuvimos aquel día, donde ahora me encuentro, veo Torrelasal y veo el castillo, y por momentos pienso dar media vuelta. Recuerdo al agrimensor de Kafka y su castillo inalcanzable, y la idea me parece sugerente. Mi padre hubiera sonreído, creo que se sentía un señor K. Acaso por esa razón desistió.
Ya en el puntal donde aquel día nos detuvimos, sigo cresteando la montaña, y aquellos riscos que parecían impenetrables se tornan sendero, algo abrupto pero transitable, y alcanzo el castillo en ruinas, mantenido por algunos arcos intactos y perfectamente esculpidos. Cayeron almenas, paredes y techos, pero las puertas siempre quedan abiertas.
Ya dentro del castillo me asomo por una de las pocas ventanas que se conservan, y diviso el mar azul de Torrelasal.
y comenta
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Un relato sencillo, pero conmovedor. Yo también recuerdo el castillo de kafka.