


EL GRAN ESTUDIO
Doce y media de la mañana de un lunes cualquiera. Abstraído frente a la pantalla del ordenador tecleo diligentemente, a dos dedos, las conclusiones de una investigación a punto de concluir. Tras años de ensayos creo tener las pruebas necesarias que asocian la longitud del intestino delgado de la perdiz roja con su capacidad reproductiva. Podía haberlo vinculado al tamaño de sus mollejas, pero ese estudio ya lo hicieron en una universidad del "Wisconsin Americano”.
Una mañana complicada rodeado de datos, ideas a medio cerrar y llamadas entrantes que no cesan. Así no hay quien se concentre. El teléfono vuelve a sonar, dudo si cogerlo. Al final descuelgo y de forma mecánica respondo:
—Si…, buenos días.
—¿Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid? —me pregunta una viril voz.
—Una parte de ella —respondo preciso—. Dígame…, ¿en qué puedo ayudarle?
—Creo que en mucho estimado señor. Verá, me han pasado a su terminal desde Centralita. Me presento, mi nombre es James J. Wallace, y le llamo desde el distrito de Villaverde Alto. Llevo toda la mañana al teléfono intentando dilucidar una duda que tengo y que me quita el sueño desde ayer mismo. Y por fin, después de veinte o treinta llamadas a distintos departamentos y estamentos varios, me remiten a usted, que por lo visto es el “experto profesional funcionario” que lo sabe todo sobre el tema…
—A ver, cuénteme —le corto henchido de una cierta vanidad.
—Verá…, aunque mi formación y mis cuarenta años de ejercicio profesional en la venta de sanitarios de ocasión no tienen nada que ver con la inquietud que me recome hasta el tuétano, sí está directamente vinculada con mis ansias de saber en disciplinas muy distintas.
Esta ansia me viene de hace por lo menos tres meses, cuando por avatares del trabajo me golpeé la cabeza con un inodoro. El golpe, aparte de un chichón del demonio, me descuadró las conexiones neuronales, proyectando mi neocórtex a una dimensión distinta que me trae por la calle de la amargura. Desde entonces, por misterio divino, viene siendo habitual que me despierte una mañana con la necesidad de saber “por qué el universo se expande” y a la mañana siguiente me pregunte angustiado “sobre la naturaleza de los élitros del escarabajo pelotero”.
Pues bien —prosigue el Sr. James sin perder un ápice de apostura en su voz—, esta madrugada, a la que me levantaba para hacer un pis, he sentido de nuevo el runrún del saber. Una llamada que lejos de remitir ha ido creciendo provocándome un sofoco de espíritu que me tiene los nervios de punta. Le cuento:
Conociendo poca cosa del mundo de la avifauna y restringido mi saber en este ámbito al culinario, no sé por qué he empezado a divagar sobre un ave en particular, la "Alectoris rufa", también llamada perdiz roja de campo. Y estando en ese punto de reflexión me he preguntado sobre la posible interrelación que pudiera darse entre el tamaño del intestino de esta gallinácea y su capacidad reproductiva, hecho que en caso de ser cierto debe de tener múltiples aplicaciones que usted me podrá confirmar y detallar, y que sin duda supondrán un antes y un después en el mundo de la ciencia y del entendimiento de los crípticos mecanismos que tejen el cosmos. Espero que usted en su bondad infinita sepa comprender y comparta con este humilde comercial una respuesta certera sobre las cuestiones que he intentado exponerle…
Sorprendido por el empaque de la pregunta reflexiono aturdido no menos de cinco minutos. En ese tiempo, mientras la voz del Sr. Wallace sigue flotando en el aire, noto como mi mente se retuerce hasta el desasosiego en busca de una respuesta que no llega, entonces carraspeo para encajar la voz y decir:
—Perdone, ¿sigue ahí?, escucho unos ruidos, Sr. Wallace..., ¿me escucha?, parece que se cruza otra llamada. Sigo sin oírle..., se ve que hay problemas de conexión. Llame usted mañana o la semana que viene.
Con una sonrisa, por mi hábil maniobra, suspiro aliviado y cuelgo el teléfono. Seguidamente apunto el nombre del Sr. Wallace en un papelito y se lo doy a mi secretaria con la indicación de que no me pase ninguna llamada suya en los próximos cuatro años. Con un poco de suerte quizá entonces pueda explicarle para qué coño sirve tamaño descubrimiento… :)
Chus Luvi, 2019
y comenta
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Una historia muy divertida y, como siempre, muy bien narrada. Un placer leerte, querido Chus.Muy divertido y excelente narración. EnhorabuenaSiempre quise saber sobre la influencia de los vientos alisios en el rendimiento del sorgo en ZimbabweBárbara. Qué divertida se me hizo su historia. Por sorprendente que parezca su narración seguro que se han invertido años en estupideces de mayor rango. Insisto bárbaroExcelente querido Chus Luvi. Me hiciste la tarde con este ingenioso y divertido relato. Un fuerte abrazo.Bluess, Carlos. Serendipity y Gustavo, Gracias por vuestras lecturas y comentarios, un abrazo multiple... :)Jejeje divertido el texto perdigón, es como se llaman las crias de perdiz. Salute.Ja...Divertida historia. Final brillante en que el protagonista prefiere alegar ruidos de conexión a explicar la utilidad de su estudio. Un abrazoQué gracioso el relato! Me gustó, Chus, abrazos!Desopilante historia Chus, me diverti leyendo la perdiz roja. abrazo de gol.
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A Roluma, Paco, Jesús, Jazmin, Francesc, Seren, Peibol, Sandra, Yolanda, Carlos , Bluess, Carmen, Gustavo, Tash, Jovato, Mario, Gio, Mafalda, Pedro, Marcial, Roman..,y otros muchos compañer@s de letras con los que es un placer compartir en este espacio común. A tod@s un abrazo colectivo y no olvidéis de seguir escribiendo... :)
Para aquellos que ya lo habían leído, he retocado y modificado ligeramente su final. Espero que disfrutéis su lectura como yo he disfrutado mientras lo escribía. Un abrazo desde un rincón de Madrid... :)
"Un mal día" es uno de los primeros textos que publiqué en esta página, lo he revisado y retocado muy levemente para darle una segunda oportunidad. Cuando lo leo siempre me saca una sonrisa, espero que en vosotros también tenga el mismo efecto. Un abrazo a todos y felices fiestas :)
He recuperado unas líneas de mi adolescencia..., su espíritu continúa en ellas aunque por suerte la adolescencia pasó, y el sol volvió a lucir.
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