


Sus ojos ya no eran los mismos.
Como tantos otros jóvenes empujados por la crisis y la falta de oportunidades, Pablo emprendió una nueva aventura y decidió emigrar. No fue un camino de rosas y alguna vez sintió aquello que suelen llamar Sindrome de Ulises.
Cada día era un ejemplo de superación. ¡Cuántas veces echó de menos a su familia y a sus amigos, los manjares de su tierra, los horarios, las costumbres!,¡cuántas veces tuvo que titubear para encontrar las palabras acertadas en un idioma que no era el suyo!. Lo que esa nueva tierra le ofrecía era mucho más que una estancia, era un proceso continuo de adaptación y aprendizaje que intentó aprovechar al máximo.
Cuando llegó el momento de hacer balance y valorar todo lo vivido supo que la aventura llegaba a su fin.
No fue un retorno casual. A su vuelta muchas cosas habían cambiado. Se dio cuenta de que en realidad más que un viaje lleno de aventuras, había sido un viaje para cerrar capitulos, un viaje de descubrimiento y reencuentro.
Sus ojos ya no eran los mismos. Ahora veía el mundo de otra manera, como lo hacen aquellos que apuestan por sus sueños y hacen lo que sea por contradictorio que parezca para alcanzar las metas que llevaban persiguiendo durante años.
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