


Mi homenaje al IV centenario del fallecimiento de Cervantes
Estimado Hidalgo,
Más de cuatro siglos han transcurrido y tengo que confesarle una cosa, mi querido Caballero: “Yo también luché contra ellos”
En ese lugar, que en su día fue de la Mancha, y cuyo nombre conozco pero por respeto no lo diré, cabalgaba sentado sobre mi rocinante, junto a mi fiel y pequeño escudero, cuando de repente ante mis ojos una horda de guerreros gritaban y reían, y unos gigantes se movían de forma compulsiva y les aterrorizaban. Unos agitaban los brazos, otros les dejaban caer, e incluso había algunos que los giraban en el abismo.
Por mi honra y honor debía de luchar contra esos malvados, y así lo hice. Primero uno, luego otro y más tarde el siguiente. Logré contenerlos. Los guerreros no daban crédito a mi valor y gallardía y salí de allí algo magullado, pero con la conciencia de haber salvado a mucha gente inocente.
Algún loco insinuaba que llegué en un vetusto coche, acompañado de mi pequeño hijo, que los guerreros en realidad eran niños que gritaban de felicidad y que los gigantes únicamente eran máquinas. Aquél día, alguien insinuó que mi hijo se quedó sin atracciones, ya que creyó que activé el freno de emergencias de cada una de ellas.
- ¡¡Menudos locos!! pensé, mientras miraba la cara extrañamente compungida de mi fiel y pequeño escudero. ¿por qué sería? Me pregunté.
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Tan fea era que hubo que sacar una Ley por la cual se multaba a quien osara exponerla en público.
No quise conocerte, pero dependo de ti. Maldigo el día en que hiciste acto de presencia en mi vida