


Pese a lo que pueda parecer, es un alegato vitalista para aprovechar cada instante que respiremos. ¡Sorbamos cada segundo de vida!
No se puede permanecer en este mundo pensándolo constantemente, pero hay días en que el peso de la vida te sumerge en la congoja. Y es que la esencia de la vida, el misterio más puro, el alma más honda de la humanidad, aplasta la conciencia de quien se intriga. ¿Cómo no va a interpelarnos el pensar que dentro de 130 años, seguramente, no quedará ninguna de las personas que hoy pueblan este mundo? Nadie, absolutamente nadie. Ni los más ancianos, ni los que han nacido hoy. Y eso son millones de personas, sombras y ecos de historias, proyectos, ilusiones, contextos, retos, aventuras, desgracias, traiciones, mentiras. Y la generación siguiente seguirá tal cual, como la nuestra continuó a la precedente, mirando hacia atrás solo por curiosidad.
La vida es un barco a la deriva, aunque pueda estar décadas bordeando el abismo que lleva a las profundidades del olvido. La vida es un toro que salta al ruedo, pleno de casta y bravura, embistiendo colosal contra un capote cuya levedad hace rozar el aire; lo desconoce, pero apenas unos minutos después, tras ser derrotado en la danza de la muerte, saldrá arrastrado por unas mulillas, entre el timbrazo de los clarines. La vida es una flor que nace pura en su belleza, desafiante a otros entes de la Creación no tan agraciados con el don de despertar la admiración; antes o después, se secará y volverá a la tierra de la que surgió.
La vida es fluir, soñar, esperar, creer, tratar de amar y ser amado. Pero la vida también es ser aplastado por las piedras que surgen en el camino, lanzadas por el destino insospechado. Y, a veces aún peor, es temer constantemente que el sufrimiento llame a tu puerta. Porque no se puede pretender que millones de personas padezcan todo tipo de calamidades en todos los rincones de este planeta y uno protagonice la historia perfecta. Y es que, simplemente, las historias perfectas no existen.
Sin embargo, no podemos vivir parapetados para no sufrir. Al miedo se le combate con las personas, lo único que realmente merece la pena en nuestro caminar. Las ideas morirán; sobre todo al pervertirse. Mas las personas, aunque nos fallen, habrán sido esencia auténtica de nuestro sino. Tratar de rodearte del mayor número de seres queridos, con los que compartir momentos únicos, divinos y malditos, es la mejor medicina contra la esencia trágica de la vida. Tratar de amar y ser amado. Eso es la vida. Que, por supuesto, muchas veces será golpeada. Y algún día quebrada. La mía y la de todos. La de todos. Hasta que le toque el turno a la siguiente generación y, como mucho, nos recuerden con curiosidad.
La vida es congoja. Pero merece la pena.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
http://blogs.periodistadigital.com/lahoradelaverdad.php/2013/07/19/la-vida-es-congoja
y comenta
-
Un relato lleno de sabiduría escrito por quien ha sabido pararse a contemplar y también descalzarse para cruzar el río impetuoso de; porque tras la congoja se oculta la guinda y porque el trato con los hombres nos hace sentirnos vivos (también el trato con otros seres vivos, y la admiración de espacios naturales) como ninguna otra cosa. Saludos.Lo has dicho con mucha profundidad y belleza. Creo que es una excelente visión de las cosas, honesta y potente. La primera oración es una verdadera maravilla. Saludos!"Congoja", sin duda, una de las palabras más bonitas del castellano. Magnífico texto, una oda a la vida, a cada segundo, a vivir nuestra propia instantaneidad. Lo he disfrutado sobremanera. Me encanta la frase "mirando hacia atrás solo por curiosidad".


-
413
-
3.63
-
-
Conquense y madrileño, licenciado en Historia y Periodismo, ejerzo este último. Libertario y comunitarista, voto al @Partido_Decente. Mi pasión es escribir.