


LEYENDAS DE HYRBEÏA.LAS SIETE RAÍCES DEL MUNDO.CAPÍTULO 5.PARTE 2
Fantasía |
23.09.06
Sinopsis
Los soldados y el resto de la gente los vio venir trastabillando y cargando algo al lomo. Se extrañaron mucho de esto, y algunos pensaron que podrían traer a algún superviviente, pero pronto se les fue esa idea de la cabeza cuando percibieron el olor.
-¡Habéis estado en el poblado! –inquirió uno de los soldados. Exactamente el primero con el que se encontraran saliendo del túnel.
-¿Y? –se encaró Lóndax, al que le dolían los brazos y las piernas. El abdomen era un continuo pinchazo, recuerdo de la ciudad del lago.
-¿Qué te pasa chaval? –el individuo se acercó al muchacho. Dos soldados curtidos salieron a apoyarle-. Te apareces aquí, vestido como una mujer, feliz, y nosotros luchando y muriendo para que acabes poniéndonos a todos en peligro trayendo a ese... monstruo... Me parece que te hemos dado demasiadas libertades hasta ahora –ya tenía una mano en la daga-. Y tú, Turro, cargando con lo que te mandan los demás. Nunca aprenderás, ¡perro faldero!
-Me parece que tienes una lengua muy larga y muy poco valor. ¡Al menos él lo ha tenido para volver al poblado!
-Maldito niñato –en dos pasos se plantó delante de Lóndax y le pegó un sopapo. Si Lóndax quería hacerse respetar no podría dejar aquello de esa manera. Tendría que imponerse. Y levantarse, ya que el golpe le tumbó en el suelo. Pero antes de que lo hiciera escuchó la voz sensata de Lafgon pidiendo calma y que todo aquello cesara, y todos se dieron media vuelta.
-Parad ya con esta estupidez. Y tú Lóndax, ven aquí –le agarró del brazo y le levantó del suelo de un fuerte tirón-. ¿Qué piensas conseguir con esa bravuconería, muchacho? –le increpó en voz baja.
El muchacho le contestó irritado, también por lo bajo:
-¿Esperas que me quede aquí sentado aguardando que nos maten a todos? No podía quedarme sin saber lo que ha pasado, y es... más terrible de lo que yo esperaba. Está todo arrasado, Lafgon, ¡todo! De la aldea sólo se pueden aprovechar unas pocas maderas que no han ardido del todo. El resto es ceniza.
-Y se te ocurre traer a esa bestia muerta aquí. Muy lógico, ¿verdad?
-Ya te lo explicaré más tarde. Se trata de algo personal. Con ello aplacaré también mi ira, aunque me imagino que no sepas lo que siento.
-¿Que no lo sé? Joven muchacho, en toda su vida un hombre está preparado para encontrarse con esta desgracia, ni aunque haya pasado por ello miles de veces... Estás muy equivocado con respecto al resto de la gente. No seas tan egoísta contigo mismo: hay gente que está pasando lo mismo que tú, pero sólo miras por ti. Escúchame, aquí hay decenas de Lóndax, son niños y mujeres, e incluso soldados veteranos; no eres el único, así que si pretendes algo tienes que hacérselo comprender a todos. Si no va a ser muy difícil que te ganes su confianza. Mírate, manchado de sangre de ese bicho, y te presentas sin más, seguramente atrayendo a más de los suyos...
-Los suyos están muertos, y lo necesito para hacer un gran tambor.
-¿Para hacer un gran tambor? ¿Pero te has vuelto majareta de repente? Pero qué me estás contando, Lóndax. ¡Has traído un poderoso rastro hasta nosotros para hacer un tambor!
-Sí que tiene sentido, y estoy más que seguro de que nos van a volver a atacar. Mira, la tormenta les cubría de la luz del sol, y nunca he visto atacar de día. A ninguna bestia de Eledon: ninguna. Y esta vez lo han hecho. Y cuando se ha hecho de día desaparecieron. Sólo quedaban estos en letargo, aunque de ellos
-¡Habéis estado en el poblado! –inquirió uno de los soldados. Exactamente el primero con el que se encontraran saliendo del túnel.
-¿Y? –se encaró Lóndax, al que le dolían los brazos y las piernas. El abdomen era un continuo pinchazo, recuerdo de la ciudad del lago.
-¿Qué te pasa chaval? –el individuo se acercó al muchacho. Dos soldados curtidos salieron a apoyarle-. Te apareces aquí, vestido como una mujer, feliz, y nosotros luchando y muriendo para que acabes poniéndonos a todos en peligro trayendo a ese... monstruo... Me parece que te hemos dado demasiadas libertades hasta ahora –ya tenía una mano en la daga-. Y tú, Turro, cargando con lo que te mandan los demás. Nunca aprenderás, ¡perro faldero!
-Me parece que tienes una lengua muy larga y muy poco valor. ¡Al menos él lo ha tenido para volver al poblado!
-Maldito niñato –en dos pasos se plantó delante de Lóndax y le pegó un sopapo. Si Lóndax quería hacerse respetar no podría dejar aquello de esa manera. Tendría que imponerse. Y levantarse, ya que el golpe le tumbó en el suelo. Pero antes de que lo hiciera escuchó la voz sensata de Lafgon pidiendo calma y que todo aquello cesara, y todos se dieron media vuelta.
-Parad ya con esta estupidez. Y tú Lóndax, ven aquí –le agarró del brazo y le levantó del suelo de un fuerte tirón-. ¿Qué piensas conseguir con esa bravuconería, muchacho? –le increpó en voz baja.
El muchacho le contestó irritado, también por lo bajo:
-¿Esperas que me quede aquí sentado aguardando que nos maten a todos? No podía quedarme sin saber lo que ha pasado, y es... más terrible de lo que yo esperaba. Está todo arrasado, Lafgon, ¡todo! De la aldea sólo se pueden aprovechar unas pocas maderas que no han ardido del todo. El resto es ceniza.
-Y se te ocurre traer a esa bestia muerta aquí. Muy lógico, ¿verdad?
-Ya te lo explicaré más tarde. Se trata de algo personal. Con ello aplacaré también mi ira, aunque me imagino que no sepas lo que siento.
-¿Que no lo sé? Joven muchacho, en toda su vida un hombre está preparado para encontrarse con esta desgracia, ni aunque haya pasado por ello miles de veces... Estás muy equivocado con respecto al resto de la gente. No seas tan egoísta contigo mismo: hay gente que está pasando lo mismo que tú, pero sólo miras por ti. Escúchame, aquí hay decenas de Lóndax, son niños y mujeres, e incluso soldados veteranos; no eres el único, así que si pretendes algo tienes que hacérselo comprender a todos. Si no va a ser muy difícil que te ganes su confianza. Mírate, manchado de sangre de ese bicho, y te presentas sin más, seguramente atrayendo a más de los suyos...
-Los suyos están muertos, y lo necesito para hacer un gran tambor.
-¿Para hacer un gran tambor? ¿Pero te has vuelto majareta de repente? Pero qué me estás contando, Lóndax. ¡Has traído un poderoso rastro hasta nosotros para hacer un tambor!
-Sí que tiene sentido, y estoy más que seguro de que nos van a volver a atacar. Mira, la tormenta les cubría de la luz del sol, y nunca he visto atacar de día. A ninguna bestia de Eledon: ninguna. Y esta vez lo han hecho. Y cuando se ha hecho de día desaparecieron. Sólo quedaban estos en letargo, aunque de ellos
Valora
y comenta
y comenta
Valora este relato:
-
Tirando a 4 estrellas. Unas cosillas q vi: <br>"aunque me imagino que no sepas lo que siento." Sería con otro tpo verbal: "aunque me imagino que no SABRÁS lo que siento." <br> "Joven muchacho, en toda su vida un hombre está preparado para encontrarse..." Yo pondría "Joven muchacho, NI en toda su vida un hombre está ... " o bien "Joven muchacho, en toda su vida un hombre NO está preparado para encontrarse..." <br> Espero la siguiente parte, q ya me he puesto al día!
Tienda
Chupito de orujo
€2.99 EUR
Sin respiración
€3.95 EUR
El secreto de las letras
€2.99 EUR
La Vida Misma
€4.95 EUR
De frikimonstruos y cuentoschinos
€2.99 EUR
Cien años de sobriedad
€2.99 EUR
La otra cara de la supervivencia
€2.99 EUR
Vampiros, licántropos y otras esencias misteriosas
€2.99 EUR
En tardes de café
€2.99 EUR
Grandes Relatos en Español
€4.95 EUR
Cuatro minutos
€2.99 EUR
Creación Colectiva
Hay 17 historias abiertas
Relatos construidos entre varios autores. ¡Continúa tú con el relato colectivo!
23.08.19
15.08.19
13.08.19
24.03.19
19.03.19
Reseñas