


¡Ay qué malas se ponen las cabezas con la calor!
Médico de blanda mollera
Lo malo de trabajar aquí es que cuando he salido a mediodía el coche estaba a 43ºC y, como estaba cantao, se me ha reblandecido la mollera. No es que tuviera una mollera brillante, no, soy un médico de inteligencia dudosa, pero con las gafas que me compré hace 6 meses parezco premio nobel. Sé que soy feo de cojones,... mejor dicho, los cojones los tengo de una estética medianera, pero soy feo de jeta ya desde que nací, lo cual no ayuda a que se me abran las oportunidades en el casting de la vida.
Y el caso es que no sé qué me ha reblandecido más la mollera, si el calor (o la caló) o el psicótico que hoy me ha caído en gracia, como cada vez que comienzo a trabajar en un centro de salud. Y que digo yo que será por la ley de compensaciones: como cuando estaba en la residencia universitaria las novatadas que me hicieron fueron ligth, pues ahora me caen psicóticos cada vez que estreno trabajo.
Venía él con su metro noventa y sus bíceps del tamaño de mi cabeza con la sana intención de matar a alguien.
Tras largos y densos minutos de negociaciones con voz sofronizante para que aceptara dejarnos ponerle tratamiento, parecía que iba a acceder, pero alguna de las voces de su cabeza le debió de sugerir que agarrara por el cuello a la enfermera y de paso comenzara a golpearse la mollera (posiblemente más dura que la mía) contra la pared recién pintada, no sé si por solidaridad conmigo. Y digo yo que eso no se hace, porque nos ha costado varios años de pedirle a nuestros jefes que nos cubrieran el presupuesto de pintar paredes roñosas con hongos y grietas.
La enfermera no llegó a ponerse mu moraíta, pero en vista de que la pobre no dijo ni pío, la soltó como a un pollo lacio desplumado en la carnicería y se vino a por mí.
No, si yo ya sabía que estas gafas inteligentes me iban a dar problemas.
En vista de lo cual no tuve más remedio que arracancarme los botones, desgarrarme la camisa y enseñarle a mi amigo mi pecho tatuado.
En el hospital han tenido que llevarle a la UCI por shock emocional por susto. Ya, ya sé que el diagnóstico no es muy clínico, pero es que en estos momentos no encuentro el código del diagnóstico en el ordenador. Al fin y al cabo ya os he confesado que, aparte de feo de cojones, soy torpe congénito.
Os dejo una foto de cómo ha quedado de reblandecida mi mollera, en vez de los 40 principales voy a tener que poner en el coche el CD de la música de París-Texas.
Fibras del tálamo: http://refugioantiaereo.com/2009/11/100-anos-de-imagenes-del-cerebro
y comenta
-
No sé, creo que sois indulgentes conmigo. Yo no encuentro la trama a ninguno de mis relatos, porque se me oculta a mí misma cada vez que intento perpetrarla. De todas formas, en este escrito, que podría más bien llamarse borrador y que no pienso corregir, he estado un pelín vaga. Y como falta un trozo, os animo a que hagáis apuestas acerca de lo que el médico llevaba tatuado en el pecho y fue lo suficientemente impactante como para casi matar al torete. Solución dada por María Coca (una lectora): "Llevaba la imagen de una mujer desnuda que resultó ser la del desgraciao cabezón. Es un decir..."O está la trama muy escondida o también a mi caletre le afecta el calor porque no veo el encaje entre la fealdad de jeta, el pecho descubierto y el shock del paciente. Por lo demás sanamente desmadrado, como siempre. Hombre, lo de agarrar del cuello a alguien y, al mismo tiempo, darse de cabezazos en la pared es tan de troncharse que valdria la pena no pasar de largo y dedicarle un rato.Original- creo que este personaje da para una serie.Fue divertido leer algo original en un día gris