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La ciudad es enorme; los edificios son de paredes duras e irrompibles; los hombres caminan rápido cerca de los vehículos, incautos; las tiendas abren y cierran sus bocas hambrientas a los viandantes. Desde este promontorio todo se ve pequeñito, y todo se olvida pronto. Pero ella todavía recuerda a los hombres que una vez allí murieron, y su voz adquiere una vibración extraña. Entonces yo la beso y la abrazo, para que continúe olvidando, y contemple la felicidad que se eleva en la desmemoria. Pero entonces el sol termina su trayecto en el cielo y retazos de nubes desgajadas se encienden, y ella señala el día en que un cielo como aquel fue testigo del crimen de los hombres, y entonces se libra de mis brazos y se dirige hacia el precipicio, para tomar una piedra y lanzarla contra el orden y el tiempo devastado. Luego vuelve a mí, cierra los ojos y se duerme de nuevo.
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bonitoHermoso relato. Un placer leerteHas logrado pintar un cuadro en mi mente. Hermoso y descarnado a la vez. Un abrazo continúa escribiendo.Si fuera tan facil olvidar...Me gusta tu relato. La memoria de los hombres... Desean olvidar, pero deben recordar, pues en la memoria, en el dolor, está la historia: lo bueno y lo malo, lo que nos hace hombres y lo que nos hace bestias. Y la ciudad es nuestra creación y nuestra perdición. Muchas cosas me traen a la memoria tu relato. Muy bueno. FelicidadesUn relato lleno de frases estupendas y rodeado de una atmósfera un tanto oscura. Un saludo.Me gustó tu relato, comparto el comentario de Isabel Caballero, la frase "las tiendas abren y cierran sus bocas hambrientas" esta genial... saludos
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Después de tanto tiempo, por fin fui a ver a Jeremías al pueblo. Lo encontré sentado donde solía, en aquel iluminado patio. En un principio todo me pareció como siempre; sin embargo, cuando levantó la mirada, noté que algo había cambiado en su rostro. Luego su señora me explicó. Lo dejé entonces por unos minutos seguir con su labor, con la cabeza incrustada en su tarea, y comencé a recordar. Las imágenes me sobrecogieron con tal velocidad que resultó este barboteo incontenible de palabras, estrictamente entrañable.