


Miradas del pasado en un lugar inesperado.
Entre la multitud, el destino y un fortuito cruce de miradas unieron a dos extraños en un lugar inesperado. Fue una conexión extrasensorial que continuó a miles de metros sobre el suelo y traspasó fronteras.
Él era un joven experimentado y ella no pudo evitar rendirse a sus encantos. Cada segundo, cada sonrisa, cada palabra que compartieron parecía pura magia. No se ilusionaron rápidamente aunque todo invitaba a confiar. La necesidad y la química se aliaron para desbordarlos y sumergirlos en una afinidad sin precedentes y al mismo tiempo ilógica. Fue algo inolvidable y especial pero inevitablemente efímero, pronto sus caminos se volvieron a bifurcar.
La distancia puede ser el olvido y en este caso todas las promesas se las llevó el viento. Sus objetivos eran bien distintos y les separaban demasiados kilómetros y todo un abismo de intenciones. Mucho tiempo transcurrió hasta comprobar que definitivamente confiar había sido un error. El destino fue traidor.
Sin embargo, de los errores también se aprende para cerrar el capítulo, pasar página y dejar que aquel desenlace agridulce quedara instalado en el fondo más recóndito de su pasado.
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Incluso en los finales agridulces puede haber una parte positiva. La vida se basa en etapas que constituyen un continuo aprendizaje. Gracias por valorar Nubis y Gustavo. Un saludoBuen texto, agridulce como el propio pasado.