


cuando el amor llega y se va al mismo tiempo, a veces nos deja un sabor dulce, pero en otras ocasiones nos deja un sin sabor en el alma.
En las mañanas, los rayos del sol se introducen por mi ventana hasta cubrir mis piernas desnudas, mientras el resto de mi cuerpo; continúa bajo la sombra de suaves y blancas sabanas de algodón.
Como ya es costumbre no deseo levantarme, porque cada mañana me hace recordar tú ausencia. Desde el día de tú partida, no he logrado sanar las heridas de mi corazón; aunque intenté muchas veces olvidar todo lo vivido contigo, no consigo recibir con júbilo, la llegada de mis mañanas. Por momentos desearía que estuvieras aquí a mi lado, y poder admirar juntos un nuevo amanecer como lo hacíamos antes.
Y revivir viejos tiempos en los que solíamos amarnos a la primera puesta del sol. Trato y trato de continuar con mi vida, sin embargo te confieso que fui una chica ingenua, a la que le pintasté pajaritos en el aire. Para luego tener que tropezarme con el muro de tú abandono. Pero esta vez mi orgullo me deberá rescatar de tu recuerdo.
¡Maldición! ¿de que orgullo estoy hablando?, si tú acabaste con el poco que me quedaba. Me convertí en esclava de tus besos y de tus dulces palabras que me susurrabas al oido mientras me amabas.
Ahora continuo mis mañanas sin ti, ¿para que verlas?, si tú no estás a mi lado para contemplarlas desde mi lecho. Lo único que espero, es que no me apartes de tú pensamiento al inicio de la alborada.
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A veces en momentos como este es cuando surge la pregunta de es mejor haber amado aunque se haya perdido, o no haber conocido jamas a esa persona
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Agradezco cada una de sus lecturas y comentarios. Este relato lo hice con la colaboración del escritor Uruguayo Carlos Higgie.