


No sé cómo ocurrió, pero, la ventana se abrió violentamente tirando el espejo, de la sala., al piso.
Por suerte, la mullida, alfombra amortiguó la caída y no se rompió. Se posó, derecho, apoyado en la pared.
Pichu, el perro del hogar, nunca había visto un espejo, y Mufus, el gato, tampoco sabía que existiera tal cosa. Ambas mascotas se llevaban de maravillas, eran los dueños compartidos de mimos, manjares y otras exclusividades, que los hacía simplemente felices.
Esa mañana Pichu caminaba, alegremente por la sala, y vió el espejo apoyado en la pared. No supo como fue a parar esa caja, no sabia si era una ventana o una puerta, se asomó y vió reflejado su figura. Se alejó, sorprendido, temeroso, anonadado y pensó;
« Adoptaron otro perro, por Dios, es muy hermoso, se desharán de mí »
Muy triste, Pichu, empacó todas sus pertenencias y se marchaba arrastrando la cola. Al verlo, Mufus, se le acercó y le dío las gracias y luego, de abrazarlo, le dijo;
— Agradezco tu solidaridad, estimado compañero, pero soy yo quien debe irse, ese nuevo gato que adoptaron es mucho más bonito que yo.
y comenta
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Muy buen relato, como todos los tuyos. Estupendo el situarse en la perspectiva psicológica de esas mascotas. Con toda seguridad ellas verían la vida así. La vida nunca es unidireccional.Cada uno ve la realidad a su manera. A menudo confundiéndola. Abrazo, Gustavo.Excelente relato, amigo Gustavo.Inesperado y entretenido final. Genial!! Saludos afectuosos.