


–¡No dispares a Little Bill, no lo hagas! –grita una lavandera. –¡Está en el suelo, no puede defenderse! ¡Disparar a un hombre así es de cobardes! –dice un cuatrero. Y yo disparo. Un poco por ver qué pasa. Otro poco por aburrimiento. Algo tendré que hacer.
–¡No dispares a Little Bill, no lo hagas! –grita una lavandera.
–¡Está en el suelo, no puede defenderse! ¡Disparar a un hombre así es de cobardes! –dice un cuatrero.
Y yo disparo. Un poco por ver qué pasa. Otro poco por aburrimiento. Algo tendré que hacer.
Este relato ha sido seleccionado para su publicación en ebook.
Puedes comprar el ebook con este y otros relatos haciendo click aquí.
y comenta
-
Escribe tus comentarios..Un relato cojonudo, ácido y sonriente, me hizo pasar un buen rato.Genial.Me has hecho reír tanto o más que el bueno de Eugenio.Un saludo¡Muy bueno! Aunque algunas respuestas del pobre Billy, no me han gustado demasiado por estar muy cercanas a nuestra épocaEscribe tus comentarios...Cuando se descubre a un escritor, es grata lectura.ya lo dirá Sartre, qué bueno!Al infierno iré yo seguro, un abrazo.
-
Por qué no escribes nada últimamente. ¿Y quién cojones lo va a leer, a quién le interesa lo que tenga que decir?
Ilia y Stasia follando como animales de bellota. Como si no hubiera un mañana. Y yo al lado, enterándome de todo. Nunca me lo he montado demasiado bien, pero creo que ahora he terminado de cagarla. Si alargara un poco el brazo y me lo propusiera, podría agarrarle el nabo a ese sinvergüenza.
Chupo de un coco. El coco tiene la parte superior abierta y dentro le echan un mejunje rollo hawaiano. El líquido es azul y parece como una pequeña piscinita. Qué gracia, una piscinita. Un pelo del exterior del coco se sale y cae en la piscinita. Ahí va un pelo de coño tropical a joder la depuradora de mi mierda de cóctel.
Broum, broum! Un rugido que parece un eructo aguardentoso, y luego se cala. Bufidos. El contacto sonando como una carraca masajeando carne picada.
–¡No dispares a Little Bill, no lo hagas! –grita una lavandera. –¡Está en el suelo, no puede defenderse! ¡Disparar a un hombre así es de cobardes! –dice un cuatrero. Y yo disparo. Un poco por ver qué pasa. Otro poco por aburrimiento. Algo tendré que hacer.
Vivo gracias a la voluntad de mantenerme en las posiciones perdidas de la vida: soy un idealista en el desierto.