


"Nunca Juan, nunca mires en el agujero"– Me dijo mi padre. Yo tenía 6 años y acababa de sorprenderle cerrando una trampilla que se encontraba camuflada en el suelo, debajo de su cama.
"Nunca Juan, nunca mires en el agujero"– Me dijo mi padre. Yo tenía 6 años y acababa de sorprenderle cerrando una trampilla que se encontraba camuflada en el suelo, debajo de su cama. "Juan, no deberías estar aquí. Las cosas son mejor así" –me dijo mientras con su mano alborotaba mi pelo. No se me permitía entrar en esa habitación y esa conversación con mi padre, que por aquel entonces no entendí, ya la había olvidado. Bueno, hasta hoy.
Llevaba más de 25 años sin entrar en esta casa pero la muerte de mis padres me obligaba a venir para ver a su abogado y solucionar todo el papeleo de la herencia. “Señor Mora, no se preocupe, este asunto es fácil de solucionar. Usted es el único heredero.” –me dijo. Alguna ventaja tendría que tener el ser hijo único.
No tuve la suerte de que mis padres me dieran un hermano con quien jugar y tampoco tuve un amigo cerca de casa. Aunque 4 días después de nacer yo, nació el hijo del señor y la señora Sandoval que eran nuestros vecinos y vivían al final de la calle.
Pobre señor y señora Sandoval, su bebé desapareció en extrañas circunstancias cuando tenía apenas unas semanas de vida. Lo buscaron durante mucho tiempo sin éxito. Durante esos años yo nunca llegué a verles de cerca. La mujer murió poco después, dicen que murió de pena. Y si el señor Sandoval venía alguna vez a casa, no me permitían salir de mi habitación. "Está un poco loco desde lo que le pasó a su hijo" –me decían. Ni siquiera tuve permiso para acercarme a su casa. Nunca lo entendí. Hasta hoy. No supuse que aquello que escondían mis padres bajo su cama tuviera algo que ver.
Y sí, he mirado. Estoy sosteniendo la caja que momentos antes estaba dentro del agujero. No es mayor que una caja de zapatos y en su interior hay un pequeño bulto envuelto en una tela negra desgastada por el tiempo y la humedad. Se pueden apreciar los restos óseos que sin duda son humanos. Junto a estos, una tabla de madera con una cruz y un texto tallados a mano a modo de inscripción.
Me siento terriblemente mal, con la firme convicción de que toda mi vida se ha desmoronado. De rodillas junto a la cama con la tabla en mis manos y preguntándome: ¿Por qué?
No dejo de darle vueltas, pero creo que ya he tomado una decisión. Es hora de conocer al señor Sandoval, mi verdadero padre. Pero antes me guardo en el bolsillo la tabla que lo explica todo:
"Mi vida, mi bebé. Descansa en paz"
Juan Mora Martín
(18/03/1964 - 29/03/1964)
y comenta
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Wow vaya final no me lo esperabasimplemente increíble ,me gusto mucho tu relato, corto pero sustancioso.Muchas gracias. Me costó un poco encontrar el equilibrio de no descubrir nada hasta el final sin perder el sentido de la historia. Pero si os ha gustado, eso es que al menos cerca he estado. ;)Me dejó en suspenso. Quiero que siga
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El niño mago era el cuarto por la izquierda de todos los candidatos que estaban frente al jurado...
"Nunca Juan, nunca mires en el agujero"– Me dijo mi padre. Yo tenía 6 años y acababa de sorprenderle cerrando una trampilla que se encontraba camuflada en el suelo, debajo de su cama.
Era otro maldito día de calor. Me encontraba aún adormilado en mi sillón favorito intentando salir del estado de inconsciencia que me había provocado este despiadado e implacable sol de agosto.
El incómodo cadáver del mediador familiar yacía en el suelo del laboratorio. Yo permanecía oculto tras unas cajas mientras los golpes de la policía indicaban que la puerta cedería de un momento a otro.
"Sí hazlo. Hazlo por favor. Llévame a ese despacho y será lo último que harás en tu asquerosa vida." -Pensó Sara. "¡¡Vamos!! Entra!!" -Gritó el atracador a Sara señalando el despacho del director.
Soñar es necesario, reconforta, pero si algo nos obsesiona podemos ser víctimas de nuestros propios sueños.
Carlitos quería poner un nombre a su mascota y que fuera recordado para siempre. Pero la elección será más o menos acertada dependiendo de la perspectiva, ya que solo vemos lo que podemos ver.
Elegir el lugar equivocado puede convertir una platónica cita entre jóvenes en un suceso escalofriante.
Tom soñaba en la galería de arte con esos grandes momentos que no se iban a poder repetir por culpa del destino, pero ignoraba que ese mismo destino le guardaba un sitio donde convertir su mayor sueño en realidad.