


Soplaba muy poco viento. Un viento suave. Ese viento agradable para todo el cuerpo pero desagradable para los ojos. El suficiente viento para que la hierba del suelo crease una sensación de tranquilidad al tacto y al oírla; el suficiente viento para que los papeles que alguien un día olvidó en el suelo pudiesen desplazarse unos centímetros y, así, dejar paso al polvo que el suave viento también mueve; el suficiente viento para mecer con chirrios un cartél roñoso de una posada abandonada; el suficiente viento para estremecer uno de los columpios oxidados del antiguo colegio de primaria, dejado de la mano de un niño. El suficiente viento para ofrecer calidez y frío, vida inerte y muerte absoluta, movimiento y un toque siniestro a aquél pueblo abandonado.
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