


Sucesos de Bancos
Históricos |
20.02.06
Sinopsis
Sucesos de Bancos
Las puertas durante cinco horas están abiertas, diversos tramites motivan a las personas a concurrir al banco, asisten los primeros con 20 minutos o más de antelación, extendiéndose una fila interminable a cada segundo, y los últimos con escasos segundos de retraso, imploran al guardia que abra las puertas. Las nueve en punto, la impaciente hilera al entrar, es sometida a dos alternativas: “Clientes – Publico”, una mayoría absoluta guía sus pasos a la ultima opción. La espera es inevitable para el que no llego temprano, los acostumbrados de siempre pierden su mirada al unísono, mientras los impacientes, cambian su semblante a medida que transcurre el tiempo.
Seguramente alguna de estas situaciones habrá sufrido: la exasperante lentitud del cajero de turno, las dos cajas que funcionan de un total de cinco, el colado de siempre que no falta en encontrar un viejo amigo, el cliente de “status” preferencial que entra y sale en dos segundos, respirar el sofocante aire viciado del recinto, y para que hablar del hedor de quien olvido cuidar su aseo personal esa mañana. Estas y muchas otras variantes sufren la mayoría de los ciudadanos; es cierto que la espera es odiosa y tediosa, sin embargo es inevitable no acudir al motor de nuestros bienes y servicios.
Las puertas durante cinco horas están abiertas, diversos tramites motivan a las personas a concurrir al banco, asisten los primeros con 20 minutos o más de antelación, extendiéndose una fila interminable a cada segundo, y los últimos con escasos segundos de retraso, imploran al guardia que abra las puertas. Las nueve en punto, la impaciente hilera al entrar, es sometida a dos alternativas: “Clientes – Publico”, una mayoría absoluta guía sus pasos a la ultima opción. La espera es inevitable para el que no llego temprano, los acostumbrados de siempre pierden su mirada al unísono, mientras los impacientes, cambian su semblante a medida que transcurre el tiempo.
Seguramente alguna de estas situaciones habrá sufrido: la exasperante lentitud del cajero de turno, las dos cajas que funcionan de un total de cinco, el colado de siempre que no falta en encontrar un viejo amigo, el cliente de “status” preferencial que entra y sale en dos segundos, respirar el sofocante aire viciado del recinto, y para que hablar del hedor de quien olvido cuidar su aseo personal esa mañana. Estas y muchas otras variantes sufren la mayoría de los ciudadanos; es cierto que la espera es odiosa y tediosa, sin embargo es inevitable no acudir al motor de nuestros bienes y servicios.
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