


Por fin se me había presentado una oportunidad. Primero tenía que ganarme su confianza, después, si la cosa salía bien, le hablaría del oro. Él sólo tenía que abrir un par de puertas y hacer la vista gorda. El nuevo director médico del centro parecía la persona adecuada. Su fonendoscopio podría ser mi salvoconducto. Ese cacharrito que tanto le gustaba lucir, sin duda le permitía moverse por todas las instalaciones sin que nadie le hiciese preguntas.
Al principio, cuando le conté cómo me habían capturado tras completar mi última misión, no prestó especial atención. Una aburrida historia más dentro de las muchas que le tocaría escuchar cada día. Debía dosificar la información, manejar los tiempos hasta despertar su interés. Y así poco a poco, como quien no quiere la cosa, el fruto maduraría lo suficiente para de hablarle del oro...
"Mi unidad lo custodiaba con un destino que solo conocía el capitán, el resto acatábamos órdenes. Las tropas enemigas nos acechaban desde hacía días, conocían el terreno mejor que nosotros, y pronto nos cercaron. Tras una intensa refriega, en la que murió gran parte de la unidad, me tocó asumir el mando y modificar las ordenes. La única opción era esconder el tesoro, ya habría tiempo de volver a por él. Pero no nos dio tiempo a huir y fuimos capturados. A mis compañeros los fusilaron al amanecer, a mí me dejaron con vida. Tenían la esperanza de sacarme algo de información. Pero soy duro, y resistí...".
Proseguí contándole algún detalle más de mi historia, pero sin darle pistas ni del lugar ni de la cantidad escondida, eso se lo dejé a su imaginación. Terminado el relato suspiré cansado esperando una respuesta.
Antes de pronunciarse barrió con su mirada las paredes blancas de la sala donde nos encontrábamos, y tras meditar unos instantes como si algo no le cuadrase, sus ojos se detuvieron en mi andador. Después me dio dos gominolas de osito, "mis preferidas", para terminar, diciendo:
“Mi querido Aurelio, si la guerra no hubiera terminado hace 50 años, esto no fuera un centro psiquiátrico, y yo fuera médico de verdad, sin duda te ayudaría”.
y comenta
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muy bien construido. enhorabuenaEres un monstruo colega. Te ha salido fetén. SaludosEn verdad que he sentido la esperanza puesta en su interlocutor... y después la decepción, en Aurelio, sólo compensada por esas deliciosas gominolas, quizá su verdadero objetivo. Me alegra leerte, Mario, y también te agradezco tus comentarios.Un relato estupendo, y opino como Leomaría en que coincido con Horacio.Coincido con en amigo Horacio, me ha enganchado desde la primera línea...Gracias!!!!Carajo hombre!! Pero que maravilla!! Maravilloso desde la primera línea!! Fue al grano desde el principio, bien narrado y un final genial!! Ah pero que alegría leer algo asi caray!! Felicidades. Muy muy bueno. Yo pocas veces he logrado escribir algo tan perfecto, creo que me he hecho adicto al relleno, y en ese relleno empiezo a escupir errores, contradicciones y sinsentidos. Vamos a leer que mas tienes por aquí muchacho.
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