


Vanguardias y retaguardias
Reflexiones |
04.05.08
Sinopsis
Hay cosas que se revelan, cosas que necesitan tiempo. Cosas que saltan a la vista, cosas que vienen de lejos. Cosas que vienen al encuentro, cosas que esperan que seamos nosotros quienes demos el primer paso.
Están los ojos, el apretón de manos, la sonrisa, el timbre de voz, que hablan de pronto de nosotros y precipitan a los otros a nuestro pequeño universo. Un universo del que, sin embargo, esas cosas sólo son la superficie, la puerta. Un universo que no se agota en esas cosas.
Y luego hay miradas, gestos, mil expresiones que un rostro tiene para animar, la intención y los matices de la voz, la forma de caminar, de pensar, de emocionarse y disfrutar, de herirse y sufrir y el incalculable numero de matices que hacen de nosotros lo que somos. Todas las cosas que es imposible atrapar si no se abre aquella puerta y no se va mas allá de lo que la superficie deja intuir y, a veces, esconde.
Y a veces el trabajo de ciertas "vanguardias" es precisamente el de romper el hielo y establecer el contacto. Crear las condiciones mediante las cuales la otra persona – golpeada por el exterior- siente la curiosidad, el deseo, la necesidad de ver qué y cuanto de nosotros se esconde en las "retaguardias". Qué hay tras la puerta, dentro de la casa de nuestra alma.
Pasa lo mismo con la escritura. Están las que nos atrapan de pronto como una sonrisa, una mirada, un apretón de manos y las que envían señales mas difuminadas, mas tenues, se acercan de puntillas o quedan al margen, separadas, y prefieren hacerse buscar.
Imposible decir cuáles son las más logradas, las más bellas. Porque forman parte de nosotros y nos hablan de nosotros de una forma distinta, precisamente como diferente es el papel de las "vanguardias" y las "retaguardias".
Lo único que cuenta de verdad es que las unas y las otras son siempre fieles a si mismas y están al cien por cien de lo que dicen ser.
Frecuentemente no sabemos decir las razones por las que un relato, una poesía atrapa a la primera lectura, mientras otros necesitan más tiempo para revelarse y revelar. Pero no es del todo importante. Como para un amor, no es el golpe del rayo lo que mide la intensidad, el valor y la duración de la pasión. Es el hecho de que el amor no envejece, no se hace mayor y, día tras día, sabe alimentarse y alimentar. A veces el amor empieza justo cuando acaba el enamoramiento. Estas piezas son así. No nacen para los cien metros sino para las largas distancias de las que consta nuestro viajar. Quizás no tienen el tirón del "sprinter" (no todos, al menos) pero tienen el paso regular y constante de quien tiene más en el corazón lo que debe decir que no el tiempo necesario para decirlo.
Están los ojos, el apretón de manos, la sonrisa, el timbre de voz, que hablan de pronto de nosotros y precipitan a los otros a nuestro pequeño universo. Un universo del que, sin embargo, esas cosas sólo son la superficie, la puerta. Un universo que no se agota en esas cosas.
Y luego hay miradas, gestos, mil expresiones que un rostro tiene para animar, la intención y los matices de la voz, la forma de caminar, de pensar, de emocionarse y disfrutar, de herirse y sufrir y el incalculable numero de matices que hacen de nosotros lo que somos. Todas las cosas que es imposible atrapar si no se abre aquella puerta y no se va mas allá de lo que la superficie deja intuir y, a veces, esconde.
Y a veces el trabajo de ciertas "vanguardias" es precisamente el de romper el hielo y establecer el contacto. Crear las condiciones mediante las cuales la otra persona – golpeada por el exterior- siente la curiosidad, el deseo, la necesidad de ver qué y cuanto de nosotros se esconde en las "retaguardias". Qué hay tras la puerta, dentro de la casa de nuestra alma.
Pasa lo mismo con la escritura. Están las que nos atrapan de pronto como una sonrisa, una mirada, un apretón de manos y las que envían señales mas difuminadas, mas tenues, se acercan de puntillas o quedan al margen, separadas, y prefieren hacerse buscar.
Imposible decir cuáles son las más logradas, las más bellas. Porque forman parte de nosotros y nos hablan de nosotros de una forma distinta, precisamente como diferente es el papel de las "vanguardias" y las "retaguardias".
Lo único que cuenta de verdad es que las unas y las otras son siempre fieles a si mismas y están al cien por cien de lo que dicen ser.
Frecuentemente no sabemos decir las razones por las que un relato, una poesía atrapa a la primera lectura, mientras otros necesitan más tiempo para revelarse y revelar. Pero no es del todo importante. Como para un amor, no es el golpe del rayo lo que mide la intensidad, el valor y la duración de la pasión. Es el hecho de que el amor no envejece, no se hace mayor y, día tras día, sabe alimentarse y alimentar. A veces el amor empieza justo cuando acaba el enamoramiento. Estas piezas son así. No nacen para los cien metros sino para las largas distancias de las que consta nuestro viajar. Quizás no tienen el tirón del "sprinter" (no todos, al menos) pero tienen el paso regular y constante de quien tiene más en el corazón lo que debe decir que no el tiempo necesario para decirlo.
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Buena reflexiónGran reflexion poetaAcertada reflexión.Un tema para pensar. Saludosestoy totalmente de acuerdo en todo, yo tambien te doy mas estrellas, porque las que hay son pocas ************************************* un besomuy bueno...Casi siempre nos fijamos primero en la vanguardia, aun sabiendo que en la retaguardia puede estar lo mejor... Me a gustado mucho. Un saludo!Absolutamente de acuredo en todo; menuda reflexión, merece un 10. Una abrazo fuerte, amigo.
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