


El detenido lo miraba con expresión hostil, relajada, pero decididamente perturbadora.
El comisario lo interrogó a cerca del origen de la sangre que llevaba en la ropa y en el cuchillo que portaba cuando se entregó en la comisaría.
El detenido no dijo nada. Solo esbozó una tenue sonrisa que, enmarcada en aquella funesta expresión, transmitía aún más desasosiego.
El comisario llamó al sargento para lo llevara al calabozo hasta que tuviera una mejor disposición para hablar. No era la primera vez que había tenido que tratar con aquel maleante y, visto el turbio asunto en el que andaba metido, podría ser la última.
Mientras esperaba que lo trasladasen, miró el reloj del móvil. Tarde, se dijo. María tiene que estar hecha una furia, pensó. Había tenido que ir sola al ginecólogo para el primer examen del embarazo. Vuelve a mirar el móvil. Tres mensajes y una llamada y no contesta. No quiero imaginar cómo debe estar, concluye.
Dos agentes cogen al reo por los brazos e intentan levantarlo de la silla. Éste los detiene con la mirada, se quita una zapato, luego el calcetín y de éste extrae un papel arrugado y algo ensangrentado que acerca con descaro al comisario.
Hombre, vas a colaborar al fin. Dijo en tono casi jovial mientras lo recogía. La copia de la ecografía de un feto. Añade el comisario en tono inquisitivo.
Una carcajada brota de la garganta del detenido como un vómito pestilente, como un veneno que escupe tratando de emponzoñar la entereza del comisario. Mientras en la mente de éste estalla un grito reprimido por el dolor y el impacto.
María. Alcanza a gritar al fin, sin dejar de mirar la imagen desdibujada de aquél que iba a ser su hijo.
y comenta
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Interesante final.El impacto es tremendo, pero así debe ser un cuento, al final un puño que golpea... y excelentemente logrado... felicidades...Un gran relato, Fran, pero muy fuerte. A mí esta crudeza me deja mal sabor de boca, sería terrible si pasase en la realidad. Pero muy bien escrito. Espero seguir leyendo tus relatos. Bienvenido a esta página.
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La mirada del Exterminador se detiene mientras rebusca en su turbio pasado.
No supe tratar a tiempo aquella pústula que supuraba maldad en mi alma. Y la dejé crecer, convirtiéndome, no de la noche a la mañana, sino fruto de un lento proceso de degradación, en un ser perverso, en un malévolo actor con incipientes ideaciones homicidas
Yumei toma, con una mano, una botella de licor destilado con resinas e hierbas que él mismo recolecta y, con la otra, una cabeza de varón adulto medio putrefacta. La deja en la mecedora del porche, se sienta junto a ella en la otra mecedora y comienza a beber...